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  • Foto del escritorDiego Adrián Reinoso Flores

Vladimir Putin: continuidad en el poder absoluto

Durante la última semana el escenario geopolítico en torno a la cuestión rusa ha iniciado un nuevo capítulo, un capítulo de presunta continuidad democrática, lamentablemente solo presunta. Vladimir Putin, jefe de estado ruso, ha sido reelecto para un periodo de 6 años hasta el 2030. Tan solo semanas atrás el mayor opositor de Putin moría extrañamente en prisión y se desencadenaban protestas en torno a las sospechas de su muerte, siendo silenciadas con detenciones a los manifestantes.



Putin ha ocupado el Kremlin desde el año 2000 como presidente de la Federación Rusa, salvo el breve periodo de 2008 a 2012 que fue presidente de gobierno debido al impedimento constitucional para ejercer la presidencia de estado más de dos mandatos consecutivos. Tras varias reformas constitucionales y electorales, Vladimir Putin podrá ser relegido una vez más al culminar su mandato en 2030. Sin embargo, la historia del máximo líder ruso en el Kremlin empieza a consolidarse con una política de Estado que nos obliga a analizarla cuidadosamente.

Para muchos, la política general de estado de Rusia bajo Putin debe ser considerada como una doctrina y ha significado un punto de inflexión en la historia moderna de la ex Unión Soviética. Putin se ha centrado en la recuperación de la grandeza de Rusia, ha buscado fortalecer los sentimientos nacionalistas de la población rusa, romantizando la herencia soviética y buscando enaltecer la posición geopolítica dominante en sectores como defensa y producción. Más allá de los índices económicos o de analizar la validez de los argumentos nacionalistas rusos, la política de enarbolar la bandera del nacionalismo y pretender el discurso de reivindicación de la posición influyente es una manifestación evidente del populismo que practica el ex miembro de la KGB.



Otro punto importante de la doctrina Putin, es el eje de la influencia y defensa de los intereses de Rusia frente a la comunidad internacional, siguiendo el correlato nacionalista que explicamos en el párrafo anterior. Ese engrandecimiento de la nación rusa es compartido con la defensa de sus intereses en el marco de las relaciones internacionales, buscando ser reconocidos como una potencia militar y económica, cuyas opiniones son importantes; en varias ocasiones antagonizando con varios países europeos, Estados Unidos o la misma OTAN.

Un hecho importante ha sido la invasión de Rusia a Ucrania del año 2022, evento que sigue marcando la agenda global. Putin ha demostrado saber campear las sanciones internacionales y en más de una ocasión ha impulsado advertencias de iniciar una guerra nuclear si la OTAN o alguna nación interviniese en el escenario bélico. Este hecho se condice con los dos puntos antes mencionados, ya que demuestra la intención de defender los intereses de Rusia, engrandeciendo su posición como potencia militar.

Son elementos importantes de la doctrina Putin el realismo y pragmatismo político, ya que Vladimir Putin es un referente del sentido contemporáneo del concepto realpolitik. Su política exterior de consolidar a Rusia como una potencia nuclear impune a las sanciones económicas demuestra cierta eficacia a dos años de la guerra, tan igual como la estrategia aplicada en el proceso electoral de esta semana, donde se celebraron elecciones en los “nuevos territorios”, como se ha denominado al espacio ucraniano ocupado por Rusia.



Putin, prácticamente sin oposición, se somete a los comicios del domingo pasado en compañía de otros tres candidatos, ninguno de ellos posibilidades claras para afectar los resultados electorales. Es evidente que la sospechosa muerte de Alekséi Navalni benefició a Putin, quedando solo en un proceso electoral enmarañado por las decisiones del Kremlin y las de las autoridades electorales.

Claro está que Vladimir Putin cuenta con el apoyo del pueblo ruso, por lo que es impensable atribuir valor a la idea de fraude electoral, más allá de la benevolencia de la autoridad electoral para mantener a Putin en el Kremlin; pero hay algo que podemos discutir, es el hecho de la ausente oposición, de los encarcelamientos a manifestantes y la dura represión que el Kremlin ha impuesto contra cualquier acto de oposición a Vladimir Putin y sus decisiones.

Esto nos lleva a cuestionar si verdaderamente Rusia tiene una democracia o nos encontramos ante un régimen dictatorial casi perfecto, esta falsa idea de continuidad que Vladimir Putin ha vendido a la comunidad internacional demuestra que existe un manejo indebido del poder en Rusia, demostrando una vez más que priman los intereses personales de Putin y su finalidad es la perennación en el poder, pese a ello, se ven deslegitimados por la ausente libertad de oposición política.

La doctrina de Putin no contiene valores democráticos, sino evidencia las consecuencias del populismo y del nacionalismo como perversiones gravísimas del modelo democrático, además de acompañar el discurso gubernamental con argumentos devotos de la posverdad, como es la justificación de la invasión a Ucrania. En suma, Putin no debe ser catalogado como un estadista o gran demócrata, es un adicto al poder y al haberlo conseguido busca perpetuarse en él. Es una realidad lamentable que para todos es ineludible.

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