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Sin accesibilidad no hay ciudadanía

  • Foto del escritor:  Verushka Villavicencio Vinces
    Verushka Villavicencio Vinces
  • hace 9 horas
  • 4 Min. de lectura

Si caminamos por la ciudad es fácil identificar las barreras diarias que enfrentan las personas que usan silla de ruedas para desplazarse. Una de ellas es la ausencia de semáforos con tiempo adecuados para cruzar una esquina. Más aún, sucede que las rampas que deberían estar diseñadas para el tránsito de una esquina a otra, resulta que tienen una pendiente demasiado empinada que fuerza a que la persona con discapacidad realice un doble esfuerzo para cruzarla o en su defecto, quien lleva la silla de ruedas, debe sobre esforzarse.



Pareciera una exageración, pero no lo es, porque el sobresfuerzo representa un exceso para ambas personas en el ejemplo anterior. Más aún, si se trata de un adulto mayor llevando a otro. Todos vemos por la ciudad, a una esposa llevando a su esposo o viceversa; también hijas e hijos llevando a sus padres o abuelos. Y lo más lamentable es cuando la rampa se encuentra en mal estado o empozada de agua, pues hay un desnivel entre su borde y la pista que ocasiona que el agua de la lluvia o del desborde de un desagüe se empoce.

Si pensamos que estas circunstancias se convierten en rutina, entonces estamos frente a un hecho que lesiona el derecho a la accesibilidad para las personas con discapacidad y adultos mayores que han adquirido esa condición debido a su deterioro físico.

El derecho a la accesibilidad se encuentra reconocido en la Convención por los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas y en la Ley N°29973, Ley General de la Persona con Discapacidad, que propone para las personas con discapacidad, el acceso en igualdad de condiciones que los demás ciudadanos al entorno físico, al transporte, al uso de las tecnologías de comunicación e información, tanto en zonas rurales como urbanas.

Resulta además que la accesibilidad no sólo beneficia a las personas con discapacidad sino a todos los ciudadanos pues niños, niñas, madres gestantes, adultos mayores, personas de talla baja, madres con coches de bebés requieren medidas de accesibilidad que aseguren su tránsito por la ciudad. Así por ejemplo, mientras más ancha sea una rampa en una esquina, más personas podrán cruzar por ella, al mismo tiempo, sin detener su marcha, usando su tiempo con libertad y sin limitaciones.

De esta forma, una limitación en el tránsito por la ciudad, ocasiona que se altere el acceso a otros derechos. Por ejemplo, un transporte no accesible genera que las personas con discapacidad gasten más recursos económicos en transporte privado para movilizarse. Entonces, podría peligrar su asistencia a una cita médica, así como el acceso a sus medicamentos mensuales; por tanto, se afectaría su derecho a la salud. De igual forma, si una persona con discapacidad requiere asistir a la universidad, no basta con que la biblioteca tenga rampas adecuadas y baños accesibles, sino que los libros se encuentren en Braille o versión audible, pues podría ser una persona con discapacidad visual. Y si es una persona sorda, necesitaría que la atención en la biblioteca se adecúe a su condición. Estos son sólo algunos de los ajustes razonables que necesitarían.

Estos breves ejemplos representan las barreras que ocasionan que las personas con discapacidad dejen de acceder a sus derechos como ciudadanos. Sin accesibilidad en la ciudad es imposible que las personas con discapacidad accedan a todos sus derechos como ciudadanos.

Una última experiencia que puede facilitar el tránsito dentro de la universidad, un estadio, un centro comercial, una galería de arte o por un circuito por la ciudad, para las personas ciegas, son los códigos NaviLens o los famosos códigos QR que usamos para pagar en un restaurante, entre otros usos. Estas señales ya se usan en Europa para ubicarse en la ciudad, para caminar por ella, para saber a qué hora salen el transporte público y para ubicar direcciones. No es necesario que se enfoque en un ángulo recto la cámara del celular hacia el código QR, se puede identificar la información hasta en 12 metros de distancia en sólo 0.03 segundos. Y es para todos los ciudadanos, no sólo para las personas ciegas, sino para turistas, para personas que no saben el idioma del país donde se ubican o para personas adultas mayores que requieren apoyo para caminar.

Una señal de esperanza es la implementación de semáforos con IA capaces de detectar a las personas que se movilizan usando silla de ruedas. Los semáforos regulan en tiempo real su velocidad, otorgando más tiempo a las personas que lo requieren para cruzar una esquina, han extendido el tiempo de 30 segundos a 35. Bernardo Jordano de la Torre Teniente Alcalde Delegado de Movilidad, Inclusión y Accesibilidad del Ayuntamiento de Córdoba en España, es el propulsor de esta iniciativa implementada frente a un centro de salud. Ahora la idea es avanzar hacia la identificación de personas que usan andador, bastón o con el apoyo del brazo de otra persona, para incluirlas. El semáforo accesible que usa la IA es sólo una de las medidas que se pueden seguir implementando.

Sin accesibilidad no podemos ejercer nuestros derechos como ciudadanos. Las autoridades tienen la palabra por la inclusión de todos los peruanos.


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