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  • Foto del escritorSol Pozzi-Escot

¿Qué es lo que hace que una película de terror sea efectiva?

El cine de terror más burdo se basa en el elemento sorpresa. Caras, gritos, fantasmas, demonios que aparecen, de pronto, generando el efecto llamado jumpscare. Es así que muchas películas han logrado ser clasificadas como pertenecientes a este género, aunque no cuenten con otras características mucho más propias y relevantes del género.



Los buenos jumpscares


Pero, antes, rescatemos ciertos aspectos efectivos del jumpscare, recordando algunos de los más logrados y memorables. El consenso dice que el primer jumpscare realizado en el cine se encuentra en la brillante "Cat People", cinta de terror de 1942 de Jacques Tourneur. El personaje principal camina por una calle desierta, se siente perseguida, el silencio se apodera de la escena y, de pronto, un bus irrumpe en el plano con brutalidad.


Cat People


Otro de los jumpscares más memorables se puede encontrar en la primera entrega de Insidious (2010), del gran James Wan, escena en la que, en medio de una conversación muy tensa y cargada, un demonio rojo aparece de pronto detrás del personaje interpretado por Patrick Wilson.


Insidious


Pero el terror es más que el elemento sorpresa. Es como la espuma de un vaso de cerveza mal servido que, poco a poco, va subiendo, hasta desbordarse. Y ese desborde no pasa por gritos o por monstruos que se manifiestan súbitamente en cámara, sino por temas más profundos que solo las mentes más brillantes del género pueden desenmarañar a través del lenguaje cinematográfico.


El terror del silencio


El terror es atmósfera. Es más: una buena película de terror puede ser aterradora sin mostrar una sola escena violenta o aterradora. Ejemplo de esto es el gran clásico El Bebé de Rosemary (1968), de Roman Polanski, donde, en ningún momento -menos en una escena con tintes oníricos- se ve algo aterrador o sobrenatural. El miedo, en esta película, crece a través de los silencios, de las miradas, del encierro del personaje en su propia sospecha y su propia locura. El terror no es puramente psicológico, pues está a la vez dentro y fuera de la cabeza de Rosemary, interpretada por una brillante Mia Farrow -mención a parte al icónico peinado pixie obra del legendario coiffeur Vidal Sassoon- El terror está en el aire, está en los diálogos de los personajes, en la composición de los planos, en los planos secuencia, en la música. El terror es ambiente y es más efectivo que cualquier sobresalto barato.


El Bebé de Rosemary


El terror de lo absurdo


Es una postura personal mía que el terror es el género que mejor representa la condición humana, en el sentido en que explora historias sobrenaturales o hiperviolentas que no tienen explicación alguna. Así como en la vida pasan cosas atroces sin explicación o sentido alguno, lo mismo ocurre en el género del terror. Ejemplo de esto: Los Pájaros, de Alfred Hitchcock (1963). ¿Por qué, de pronto, los pájaros empiezan a atacar el pueblo donde Melanie Daniels, interpretada por una gloriosa Tippi Hedren, viaja por unos días? No hay respuesta: simplemente ocurre. Algunos analistas han buscado una explicación a esto en una de las escenas iniciales de la película, donde Melanie va a comprar pájaros. Pero Los Pájaros no es la historia de la venganza de las aves: es la historia de cómo el absurdo de la existencia es el núcleo del terror. Las cosas más atroces pasan sin justificación. Los Pájaros se desarrolla en un mundo sin Dios, donde el caos marca la pauta.



Los Pájaros


El terror como incomodidad profunda y existencial


Una buena película de terror no es la que te hace saltar del asiento, sino es una cuya historia coge al espectador por la garganta, dejándolo poco a poco sin aire, generando en él una incomodidad existencial ante todas las preguntas sin respuestas de la vida. Una película que confronta al espectador con el carácter absurdo de la existencia. El terror coge a personajes cotidianos, como cualquier espectador, y los pone en situaciones que, tranquilamente, podrían sucederle, dando luz así a esa incomodidad, ese sentimiento de abandono bergmaniano ante la inmensidad del universo y la infinidad de las chances que ofrece el azar. Esto es ejemplificado de manera magistral por Funny Games de Michael Haneke, tanto en su versión original de 1997 como en el remake que él mismo hizo en 2007. ¿Por qué la familia de clase-media alta que va a vacacionar a su casa de campo es brutalmente acechada y atacada por dos encantadores psicópatas? Porque en la vida, nada tiene sentido. Porque todos vivimos bajo el manto del abandono de Dios.



Funny Games


El declive del terror como estandarte del absurdo


Desafortunadamente, desde mediados de la década pasada, una nueva corriente del terror ha transformado la narrativa en parábola y la imagen en metáfora social. Según mi juicio, una de las primeras culpables de esto es The Babadook (2014), una película que parte de una premisa de terror pero culmina en melodrama, al reducir al monstruo a una expresión de los traumas de los personajes principales. Sí, en todas las películas de terror el monstruo es una manifestación de las debilidades y temores de los personajes, pero eso no debe ser explícito. The Babadook no es una película de terror: es un drama sobre el duelo. Es un melodrama con tintes psicológicos, mas no es terror.


Hoy, pedantemente, se habla de elevated horror. Es decir, un terror intelectual, con subtextos casi académicos, ensayos cinematográficos sobre diversas problemáticas sociales. Es eso lo que encontramos en Get Out (2017), que si bien es infinitamente superior a The Babadook, no es más que un comentario social sobre un Estados Unidos racialmente polarizado.


En una entrevista al maestro del terror John Carpenter con AV Club, surgió el tema del "terror elevado", dejando a Carpenter, de 74 años, perplejo. Cuando le preguntaron: "¿Estás familiarizado con la frase 'terror elevado'?", respondió: "No sé qué significa. Quiero decir, puedo adivinar lo que significa, pero realmente no lo sé." Al insistir nuevamente sobre películas como "Midsommar" y "Hereditary" de Ari Aster, dijo: "No tengo idea de lo que estás hablando." Más claro ni el agua. El cine de terror no debería ser un ensayo sociológico. Michael Myers no era un símbolo del patriarcado, era una manifestación del mal más puro y nada más que eso.



Halloween (1978), uno de los tantos clásicos de Carpenter


¿Qué nos depara el género?


En una entrevista que realicé hace unos años al realizador Alexandre O. Philippe, director de documentales que analizan con una profundidad erudita los clásicos del cine de terror, me comentó que, en promedio, cada 20 años surge una película que reinventa el género. La última de ellas fue El proyecto de la bruja de Blair (1999), que reinventó el género al introducir el subgénero del falso documental, cámara en mano y naturalismo puro de una manera en que nunca había sido hecho antes. Desde ese estreno, han pasado 25 años y no ha vuelto a aparecer una película de terror revolucionaria. Imitaciones, y muy logradas, han habido, como REC y Actividad Paranormal, ambas del 2007, pero significaron la continuidad de una propuesta presentada años atrás, no una vuelta de tuerca a un género que lucha por innovar.



La esperanza en lo descarnado


En los últimos años, se han estrenado 3 películas de una saga que, a mi parecer, se ha vuelto un clásico moderno instáneo: Terrifier. Se trata de una saga que ha sabido dar significado a la violencia gratuita, enmarcándola en una contemporaneidad donde la barbarie es pan de cada día y ya nada resulta chocante. Terrifier es un despliegue sin límites de violencia, son escenas atroces que se quedan impregnadas en la retina del espectador. En un mundo que se nutre del morbo instantáneo e insensibilizado por los contenidos que proliferan en internet, Terrifier ha sabido encontrar un lenguaje contemporáneo, que eleve los estándares del género a las exigencias de la actualidad. Y lo ha logrado con creces.



Un retorno a lo clásico


Una grata sorpresa ha sido el estreno de "La Primera Profecía" (2024), una película que recoge lo mejor de "La Profecía", clásico de clásicos, pero con un ritmo, una estética, un montaje y una trama que superan a la original. "La Primera Profecía" es la prueba de que los cánones del terror clásico aún existen y se pueden trabajar de manera original y novedosa.



El cine de terror se encuentra en una encrucijada: o sigue repitiendo fórmulas baratas, como los jumpscares innecesarios para sostener la tensión, o emprende un verdadero proceso de innovación en términos de lenguaje y narrativa. Tal vez, así, sin que nadie lo espere, aparezca esa próxima película que reinvente el género, como lo manifestó el cineasta Alexandre O. Philippe.

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