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  • Foto del escritor Verushka Villavicencio Vinces

Políticas públicas para el cuidador del adulto mayor dependiente

Uno de los retos para los estados es priorizar las políticas públicas dirigidas al cuidado del adulto mayor junto a aquellas relacionadas con el valor del trabajo que desempeñan las personas que los cuidan, sobre todo, si se trata de adultos mayores dependientes.



El adulto mayor dependiente es aquella persona que requiere apoyo, varias veces al día, para realizar las actividades cotidianas debido a la pérdida de su autonomía física, mental, intelectual o sensorial. Este acompañamiento requiere conocimiento especializado para desarrollar estas acciones con naturalidad, sin que el adulto mayor se sienta una carga para el cuidador.

Si bien existen cursos de capacitación para que los cuidadores aprendan, paso a paso a atender al adulto mayor dependiente, se requiere además de conocimiento, una especial dedicación ofrendada no por obligación sino por un acto genuino de amor que se sostenga en un soporte familiar con servicios adecuados. Resulta que las cifras en todo el mundo indican que son las mujeres quienes terminan cuidando en casa al padre, madre, suegros, abuelos, tíos o hermanos, desarrollando un rol para el que no se prepararon y que asumen porque nadie más en la familia lo adopta. En pocas palabras, avanzan y aprenden en el camino de acuerdo a su capacidad, habilidad y sensibilidad.

“Vemos a nivel de América Latina y el Caribe que -mayoritariamente-, el rol de cuidador del adulto mayor dependiente lo asumen las mujeres en la casa, siendo una labor agotadora por la cual no reciben ninguna compensación. La mayoría de veces dejan de trabajar o estudiar para dedicarse a esta labor, retrasando su desarrollo profesional y limitando sus ingresos”, sostiene Juanita Calvo, consultora de Naciones Unidas, miembro del Rotary Club y fundadora de Centro Nacional de Voluntariado.



Las cifras revelan que el trabajo doméstico no remunerado contempla la atención de adultos mayores dependientes a cargo de mujeres porque el hombre no asume su responsabilidad. El 82% de mujeres asumen trabajo doméstico no remunerado lo que implica 27 horas de trabajo adicionales a la semana en comparación con los hombres, de acuerdo a investigaciones del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).

Frente a esta problemática, a nivel internacional se considera que el Estado debería garantizar a todos los ciudadanos el “derecho al cuidado” en su rol de garante de derechos siendo capaz de tomar acción en los servicios públicos y privados que se brinden para el adulto mayor dependiente, personas con discapacidad o todo aquel ciudadano que lo requiera. De esta forma, la oferta de servicios no debería condicionarse al poder adquisitivo, sino que debería estar a disposición de todas las personas y el Estado tendría que diseñarlos, implementarlos y fiscalizarlos.

Surge entonces el concepto de “derecho al cuidado” como la demanda por resolver desde el Estado.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el “derecho al cuidado” se ha trabajado en México y en países como Ecuador, República Dominicana, Bolivia y Venezuela, llegando a considerarlo como un trabajo. Uruguay fue el primer país en la región que aprobó la ley para la creación del Sistema Nacional Integrado de Cuidados. Paraguay y República Dominicana han impulsado desde hace unos años la necesidad de constituir sistemas nacionales para reorganizar y redistribuir la atención de la dependencia. Actualmente Argentina y México trabajan para fortalecer los servicios tanto para el adulto mayor dependiente como para el cuidador, de acuerdo a CEPAL. En Perú, a la fecha no existe un Sistema Nacional de Cuidados implementado, a pesar que en la Política Nacional Multisectorial para las Personas Adultas Mayores al 2030 se propone garantizar el “derecho al cuidado” como objetivo priorizado.

El tema del “derecho al cuidado” es crucial porque de acuerdo a las proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) seremos entre 900 y 2,000 millones de adultos mayores en todo el mundo hacia el 2050. Por tanto, urge resolver el problema de los cuidados al adulto mayor dependiente y de las personas que los brindan.

“A nivel de política pública, un tema pendiente es que el cuidador del adulto mayor dependiente tenga un seguro de salud lo que significa que el Estado debería implementar un presupuesto para atender al cuidador a través del Ministerio de Salud”, sostiene Calvo.

En esta ruta del artículo hemos identificado que es necesario capacitar y brindar condiciones que protejan la salud del cuidador del adulto mayor dependiente, quedando como tarea pendiente, el involucramiento de la familia en el acompañamiento y la gestión de la salud dentro del hogar. Entonces, el hombre debería compartir tareas del rol de cuidador junto con la mujer.



Un tema por discutir es por qué hay personas que huyen de las situaciones que los cuestionan o que temen enfrentar. Es probable que huyan de la imagen de un adulto mayor, incapaz de moverse o comer sin ayuda. Hace falta coraje para sobreponerse a esa imagen, pensando no en el dolor propio, sino en el dolor que siente el doliente, por no ser independiente y causar sufrimiento a sus seres amados. Es necesario desarrollar una mirada centrada en el otro y no en uno mismo. Asumir el cuidado de un adulto mayor dependiente implica desarrollar una sensibilidad hacia el dolor que brinde bienestar, a pesar del malestar y el sufrimiento propios. Significa aprender a sonreír, aunque por dentro solo se quiera llorar. En todo caso, huir es signo de la incapacidad de asumir, como adultos, el rol que corresponde. Tal vez en el mundo entero el foco está en relevar la felicidad del desarrollo de personas individuales y no en crear comunidades solidarias que se sostengan en el tiempo.

La realidad ahora es que son las mujeres quienes asumen este rol y merecen protección para los años de vida que les restan. La palabra la tiene el Estado y también todos nosotros. Somos personas que podemos ser capaces de brindar cuidados y -en algún momento-, también estaremos en la posición de recibirlos. Hacerlo significa madurar y crecer en solidaridad.

Vivamos con propósitos que nos lleven a transcender en lo esencial pues el recuerdo de acompañar con alegría, a pesar de la pena, a un adulto mayor dependiente, es invalorable para toda la vida.


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