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Foto del escritorJacques Balq

Perú: Una Nación que Sucumbe ante la Plaga Comunista y la Ausencia de Moral

Hace solo unos días Karelim López Arredondo (la mediadora entre el Estado y diversos proyectos como la construcción del puente Tarata III en la región San Martín y una licitación de Petroperú por 74 millones de dólares para comprarle biodiesel a la empresa Heaven Petroleum Operators, administrada por el oscuro personaje, el empresario Samir Abudayeh Giha), declaró que el Presidente Pedro Castillo Terrones formaba parte de una mafia enquistada en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), junto con el ministro Juan Silva y los congresistas los de Acción Popular Raúl Doroteo, Juan Carlos Mori, Ilich López, Darwin Espinoza y Jorge Flores.



López Arredondo, quien se acogió a la colaboración eficaz, luego de ser señalada como parte de una red de corrupción en obras entregadas por el Estado a través de licitaciones, fue filmada el 19 de Noviembre, entrando y saliendo en la vivienda de Breña en la calle Sarratea. Las grabaciones también lograron captar a Pedro Castillo, participando de estas reuniones furtivas y clandestinas, teniendo como único y mudo testigo, a la oscuridad de la noche.

Ante tremenda confesión, lo más lógico era esperar que el Congreso, junto a los líderes de opinión más influyentes de la nación (y aquí incluyo también a los principales medios de comunicación del país), alzaran su enérgica voz de protesta y una actitud fiscalizadora e imputadora contundente, debido al peso factual de las pruebas acusatorias. Sin embargo, nada de esto ha sucedido.

Por un lado, Acción Popular, haciendo un espíritu de cuerpo desvergonzado e insultante, ha salido a respaldar el “buen nombre” de sus 5 congresistas involucrados, mientras que el presidente Castillo, como buen populista; ha apelado a la insurgencia, pidiéndole a sus huestes defender la voluntad en las urnas, de un grupo de poder conformado por empresarios y medios que no aceptan hasta hoy que un “hombre de pueblo” ocupe el sillón de Pizarro.

Mientras esto sucede, el Congreso de la República es incapaz de lograr el consenso para finalmente empezar el proceso de vacancia presidencial, usando como recurso una permanente incapacidad moral. De los 130 congresistas, aun no logran asegurar los 87 votos necesarios para expeler al nefasto primer mandatario, cuyo gobierno, desde sus inicios ha estado plagado de sucesos irregulares (desde la forma como se financió su campaña presidencial a través de una banda de extorsionadores denominada “Los Dinámicos del centro”), como nominaciones de ministros extraordinariamente cuestionables (por diversas razones, tales como sus posibles nexos con Sendero Luminoso, actos de corrupción y falta de requisitos académicos mínimos para satisfacer las expectativas de la majestad del cargo) y eventos con tintes descarados de corruptela relacionados a nombramientos de los altos mandos de la Policía Nacional del Perú, asensos irregulares de militares, entre otros.

Por otra parte, las diversas denuncias por estos eventos de degradación institucional y torpeza moral, no tienen eco ni en la Fiscalía, ni en Poder Judicial y duermen el sueño de los justos, mientras la impunidad en los 3 poderes del Estado; en especial el Ejecutivo, se consolida y fortalece sin que nada ni nadie haga algo para evitarlo.

Así, podemos dilucidar que el país se enfrenta a una crisis moral que ha venido a recrudecerse todavía más con el hecho de tener un gobierno de corte marxista que acrecienta y empodera al populismo que desfigura profundamente el aspecto mental, ideológico, cultural, institucional, económico, político y de valores de una nación.

Bajo esta premisa, el ideario de Perú Libre, escrito (para variar) por el ex reo Vladimir Cerrón, encarcelado por negociación incompatible y aprovechamiento del cargo en agravio del Estado durante su gestión como Gobernador Regional de Junín; por una obra de saneamiento en La Oroya; encuentra el escenario perfecto para encarnar en Pedro Castillo Terrones a ese gobernante carismático, una especie de mesías redentor que surge de las masas justamente para rescatarlas de su sufrimiento y rezago histórico de manos del “neoliberalismo salvaje”.

Ese mismo populismo le da hoy a Castillo, ese cheque en blanco que le permite cometer actos delictivos en nombre “del pueblo”, y que eleva al Estado a un nivel de soberanía y poder ilimitados.

Ese poder supremo que se posiciona por encima de cualquier estructura sociopolítica a lo largo de toda la nación, está terminando de cohesionarse con la corrupción al punto de que el Perú parece estar sedado y aletargado en sus fundaciones morales más primarias, que es incapaz de reaccionar; ni a través de sus débiles y fragmentadas instituciones, ni por medio de movilizaciones ciudadanas enérgicas, representativas y legítimas en las calles.

De seguir alimentando esta tormenta perfecta en donde se combinan los elementos de impunidad rutinaria y el autoritarismo demagogo y populista , el país terminará, no solo sucumbiendo al engaño y la trama populista de la izquierda Cerronista-Leninista (que sin duda destruirá no solo el modelo económico que ha logrado reducir la pobreza a la mitad en 16 años); sino que lo sumergirá en una crisis de valores y principios en todos sus niveles (individuales e institucionales), al punto de condenarlo a una dictadura larga y dolorosa, tal cual le sucedió a naciones, otrora libres y pujantes como Venezuela y Cuba.

Está en nosotros cambiar el escalofriante curso de la historia en un país que aun puede enfrentar a la corrupción y al comunismo, ahora que todavía somos libres.


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