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  • Foto del escritorJuan Antonio Bazán

Pedro Castillo o nuestro presidente estúpido

Actualizado: 27 dic 2021

26-12-2021 / ContraPoder Expreso


Pedro Castillo es nuestro presidente estúpido. Michel Foucault, en Theatrum Philosophicum, le dedica un espacio a la estupidez. Dice: “La inteligencia no corresponde a la estupidez, es la estupidez ya vencida, el arte categorial de evitar el error. El sabio es inteligente. Sin embargo, es el pensamiento quien se enfrenta a la estupidez y el filósofo quien la mira”.



La estupidez de Castillo es de tal magnitud que niega a René Descartes, y afirma a Martin Heidegger: Es la negación diaria del cogito cartesiano, del optimismo que opina que la inteligencia y el pensamiento están naturalmente garantizados por nuestra condición humana; y es la contrastación cotidiana de la individuación heideggeriana, del pesimismo que cree que la inteligencia y el pensamiento son posibilidades humanas, pero que éstas no están garantizadas sino a condición de la capacidad de cada individuo. Algo más: Heidegger supera la fatalidad de la estupidez con la voluntad y hasta con la obligación de dejar de ser estúpido. El filósofo alemán, incluso, profesa que el estímulo puede ayudar a dejar la estupidez. Sin embargo, Castillo tiene el estímulo mayor de ser presidente del Perú y aun así permanece estúpido. Es así: Con Castillo se debe abandonar la idea naturalista de que todos los hombres son animales racionales, y se debe asumir la idea de que no todos los hombres tienen voluntad de superación y que no todos valoran el estímulo de ser presidente.


Castillo es nuestro presidente estúpido, principalmente, porque ha perdido su hermenéutica anterior: En él, ser presidente es el despojo de su ser senderista. Castillo es un huérfano mental de Abimael Guzmán, un desposeído del pensamiento Gonzalo y de los documentos de Sendero Luminoso. Aunque el pensamiento Gonzalo fue llevado al quechua, Castillo habla únicamente español: Queda descartada la interferencia lingüística, y quedan afirmados la motosidad y la estupidez. Su condición de profesor rural no lo hace campesino, comunero o rondero, y menos aún digno del piadoso error culturalmente condicionado. Castillo no tiene contenido: Es un presidente de cerebro vacío, y su banda presidencial es un colgajo. Por lógica, si el pensamiento determina al lenguaje, entonces, la ausencia de pensamiento es la causa de su lenguaje ordinario y estúpido. Además, no le gusta leer: Ha dicho que no necesita de los libros, ni de las bibliotecas polvorientas. Mario Vargas Llosa, que es amigo de los libros y habitante de las bibliotecas, ha expresado que Castillo “Es un pobre señor que no tiene ideas de los problemas elementales del Perú”, y que “no sabe dónde está parado”. Su propio camarada y ex primer ministro Guido Bellido, ha tenido la sagacidad de decir que Castillo es “un sindicalista básico”.

Castillo es una máquina de producir estupideces. En verdad, es raro el día que deja de hacer y decir disparates. Revisemos fragmentos de su estupidez presidencial: El símbolo de su identidad estúpida es un sombrero que no se lo quita nunca. Por lo cual, los peruanos casi no conocemos la cabeza del presidente. Pero, una noche decidió cambiar el sombrero por un gorro. Lo hizo con la finalidad de encubrir su identidad al ingresar a la casa de Breña sindicada como el lugar de recepción de coimas del entorno presidencial. Le fue mal, como casi todo. Lo descubrieron. Esto ocurrió en el contexto de las denuncias por presuntas coimas recibidas por el presidente en dicha casa, y del hallazgo de veinte mil dólares escondidos en el retrete del baño del segundo funcionario más importante de palacio de gobierno. Varios ex ministros se han quejado que se enteran de su remoción en el cargo al ver juramentar al nuevo ministro, que no les agradece ni les habla nunca más, y que alguno hasta tuvo que huir de palacio de gobierno por la puerta posterior, agazapado por la vergüenza. Cuando suelta los papeles que contienen sus discursos, suelta sus estupideces: Una: “Yo invito a estos señores… congresistas, vamos al VRAEM a debatir sobre la gran crisis del país… vamos sin zapatos”; dos: “falta la ley que haga cumplir las leyes”; tres: “quiero contarles un secreto… aquí en Vida Wasi, he estado haciendo la chanchita ya, he estado haciendo los ahorros, para darle a los niños… y que la voy a sustentar en cualquier momento”. El rosario presidencial de sandeces tiene cada día más avemarías y misterios. El semanario Hildebrandt en sus trece tiene como titular de una de sus portadas, el siguiente: “¡Castillo cállese de una vez!”. En dicha edición, su director César Hildebrandt escribió: "Sepa guardar silencio, presidente Castillo. Cállese en los varios idiomas de su confusión. Amordace al enemigo que tiene adentro".


Castillo, por estúpido, ha tomado la forma social de un hombre-burro. Semejante teriomorfismo incita a la comparación histórica: La mitología griega tiene en Caco a un hombre gigante que, al transformarse en mitad hombre y mitad cabra, vomitaba una lengua de gran fuego. Y, la simbología peruana tiene en Castillo a un hombre pequeño que, al transformarse en mitad hombre y mitad burro, nausea una lengua de gran estupidez. Castillo es una caricatura, un meme de presidente: El ícono de un burro con sombrero y banda presidencial toma las formas de un muñeco que puede estar presente en las acciones de protesta ciudadana en las calles, en el emoticón de “Pepe Trueno” en las redes sociales, o en la noche de año nuevo para ser quemado. Por supuesto, ello porque en el imaginario colectivo el burro es el animal identificado con la estupidez. Por el tópico de la estupidez, Gilles Deleuze aparece afiliado a la consternación de Heidegger. El filósofo francés suscribe que "la estupidez es la bestialidad propiamente humana", encuentra que la estupidez es vergonzosa y le otorga a la filosofía la gran tarea de denunciarla. Debo confesar lo siguiente: Antes de cargar la tinta, este artículo fue proyectado equivocadamente en la clave del “idiota” de Gilles Deleuze y Félix Guattari, pero, en ¿Qué es la filosofía?, la tipología del idiota comparte la idea del idiota como “personaje filosófico”. Entonces, quedé convencido: Pedro Castillo, o nuestro presidente estúpido.



Post Scriptum: De la duda de publicar este artículo.


Escribir un artículo de opinión política es pensar y es sentir. La experiencia escritural es siempre experiencia vital. Todo a la vez: Se agolpan juntas una clave teórica, una lógica interna, un sentimiento y una pasión. Este artículo me ha producido la risa incontinente sobre el otro, y, por ello, un sentimiento de culpa. Al punto que lo he concluido de manera intempestiva, y, por primera vez en mi oficio, consideré la posibilidad de no publicarlo. He pedido consejo a dos de mis lectores primeros e íntimos, un poeta y un filósofo: El primero, con Robert Musil, me previene de parecer soberbio en la escritura; y, el segundo, con Soren Kierkegaard, me advierte que, me ría o no de la estupidez del otro, es posible que igual me arrepienta de haber escrito sobre el tema.


He vencido la duda: He decidido publicar este artículo. Primero, porque el análisis político de coyuntura no debe caer en la tradición prejuiciosa de la filosofía, y debe incorporar a la estupidez política como parte de su objeto de estudio. Segundo, porque a partir del caso Pedro Castillo es posible construir el siguiente teorema: Un presidente estúpido es más peligroso que un presidente corrupto.

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