En el mundo la soledad se considera una pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Sucede que la soledad sería un factor de riesgo que influye en la depresión convirtiéndose en un problema de salud pública que genera sufrimiento y diversos trastornos psicológicos debido a la ausencia de relaciones sociales.
Para combatir la soledad, en Inglaterra desde el 2018 se creó el Ministerio de la Soledad debido a que la mitad de los ancianos de 75 años vivían solos, lo que equivalía a unos 2 millones de personas, de las cuales, durante semanas, la gran mayoría no tenía conexiones con ninguna persona durante dos a tres semanas seguidas. La soledad en los adultos mayores genera la ausencia de esperanza en la vida. El ser humano no está hecho para estar aislado ni quieto –asegura Arancha Santos de la Rosa, psicóloga sanitaria de la organización Cepsicap Psicólogos. Menciona que cuando la persona pierde la red social, genera síntomas de depresión lo que conlleva a sentirse solo, de acuerdo a sus declaraciones en el medio digital El Diario de España.
Cabe indicar que habiendo sido el 01 de octubre el Día Internacional de la Persona Adulta Mayor, la soledad que afecta la salud mental de los adultos mayores, sigue siendo una tarea pendiente y representa un problema latente. No podemos responsabilizar al Estado de lo que sucede con nuestros adultos mayores, dando la espalda a la responsabilidad de hijos con sus padres y de nietos con sus abuelos. Como ciudadanos responsables y coherentes con la defensa de los derechos humanos, cada persona puede relacionarse empáticamente con los adultos mayores, empezando por casa. Una extensión necesaria es vincularnos con aquellos adultos mayores que se quedaron solos. Algunos no se casaron, otros enviudaron, se separaron o no tuvieron hijos. Pero, también algunos abandonaron a sus familias y con el tiempo, las decisiones del pasado se convirtieron en cargas pesadas reflejadas en el abandono y la miseria. No puede ser que las personas valgan en la medida que aporten económicamente.
Sea cual sea la circunstancia de abandono de una persona adulta mayor, existe una verdad a la que no podemos rehuir: abandonar al frágil en su soledad. La decisión de enfrentar esta circunstancia requiere valentía. La valentía del ser humano debería transformarnos en ciudadanos capaces de cobijar con nuestra mirada y nuestro afecto a aquel que va perdiendo su capacidad para recordar su nombre, su apellido y las denominaciones de los objetos que lo rodean, entre otras expresiones del deterioro cognitivo. Las fuerzas para este ejercicio de valentía es lo que construye el verdadero espíritu ciudadano que se repone al dolor y lo convierte en una oportunidad para ser fraterno y solidario con quien más lo necesite.
En los albergues públicos y privados tenemos historias de personas adultas mayores que esperan la presencia fraterna de todos los que estamos afuera preocupados en aquello que no es lo esencial. Sería importante que reflexionemos sobre dónde apuntamos nuestra energía. Esperamos que desde el Estado se generen nuevos servicios para acompañar a los adultos mayores frágiles porque el tiempo es un factor que juega en contra. Necesitamos también funcionarios valientes capaces de innovar donde nadie ha plantado aún la semilla. Porque el intelecto se abre cuando la pasión del corazón lo demanda, entonces expresemos ternura y afecto como genuinos símbolos de nuestra humanidad. Esperamos que con nuevos servicios para adultos mayores cada día sea un motivo de celebración con oportunidades que les otorgue felicidad y dignidad.
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