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  • Foto del escritorAlison Mauriola

No alocarse, por favor

Martín Romaña, estudiante becado en literatura, contaba que el momento favorito de los estudiantes parisinos, pero también el más caótico, era cuando les entregaban el dinero de la beca. La euforia era tal, que incluso días antes de la entrega del dinero ya había un cartel en la puerta de la embajada de Perú que aconsejaba: Queridos estudiantes, no alocarse, por favor. Con Romaña, yo comparto la euforia, pero no la literaria, sino la política, porque pareciera que en la puerta de entrada a la vida pública hay un cartel enorme que advierte NO ALOCARSE, POR FAVOR. La vida pública es tan caótica que enloquece incluso a los apolíticos, para qué meterse, así es desde hace años, nada cambia… Si la política es tan indeseable en la actualidad, es porque en ella se involucran actores, futbolistas, sentenciados, caudillos, pero no políticos. El hombre público es honesto intelectualmente, conoce la realidad de su nación, pertenece a la clase política y tiene ideas sólidas.



La cualidad de ser honesto, en el ámbito intelectual, reside en reconocer los propios conocimientos que forman la capacidad y, sobre todo, los vacíos que impiden postular a un cargo público. Si no sé cómo funciona a cabalidad el sistema político, ¿estoy lista para administrarlo? Si no conozco la realidad de mi nación, ¿estoy lista para representarla? Si no sé cómo funciona el ordenamiento jurídico, ¿estoy lista para legislar? Si no sé cuál es el problema, ¿estoy lista para solucionarlo? En otras palabras, es la prudencia que dicta la razón para elegir entre abstenerme de postular a un cargo en el que no encaja mi conocimiento. El crecimiento intelectual es progresivo, es decir, aumenta en medida que mis conocimientos sirven para ejercer una función pública. Si cada candidato hubiera sido honesto intelectualmente, si se hubiera preguntado si tiene la capacidad para ejecutar una municipalidad, yo no hubiera perdido la cuenta del número de candidatos en estas elecciones municipales y regionales

Después de la formación política progresiva, el siguiente paso necesario es la solidez de ideas de las agrupaciones políticas. La razón de la crisis de partidos políticos es la carencia de solidez ideológicas, la cual lleva a la búsqueda del interés individual; si no tengo qué defender, entonces defiendo lo mío, ¿cierto? Esta solución trae consigo la idea de que uno solo no puede salvar mesiánicamente el país, ni siquiera salvar, sino trabajar necesariamente en conjunto. La solidez de ideas en las agrupaciones políticas favorece la gobernabilidad y elimina el transfuguismo.

Probablemente muchos se aloquen este domingo en las elecciones, como Martín Romaña en París, se los anticipo. En todo caso, el remedio será que de una vez por todas los políticos, es decir, los honestos intelectuales con ideas sólidas, los no-caudillos, los conocedores amantes de la realidad peruana, se involucren en política a pesar de que en su envoltura tenga una pegatina grandota que suplique: ADVERTENCIA: ALTO EN CAOTICIDAD.


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