El siglo veinte empezó con la irrupción de las vanguardias como respuesta a centurias de clasicismo, los poetas se rebelaron a las formalidades estróficas para cantarle a las catástrofes que marcaron el cambio de época. Por eso fue necesario la inmediatez expresiva, la espontaneidad en el discurso, el relevo a los viejos tópicos que nos entregaron bibliotecas enteras de retórica insuficiente para interpretar su velocidad. Por eso la eclosión de los ismos, la escritura automática de los surrealistas, el modo anglosajón, la poesía integral; un lenguaje que representara los nuevos tiempos. Pero la historia es cíclica y todo es parte de un proceso. La tradición se sostiene porque se renueva, decía José Carlos Mariátegui: la poesía también. Esto lo tiene claro Mónica Velasco, la poeta y filóloga salmantina, autora de “A ti que eres el amor” y “Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro”.
La leí por primera vez en las antologías de los Encuentros Iberoamericanos que dirige el poeta Alfredo Pérez Alencart. Me capturó su riqueza verbal, ese aliento que llegaba como quien transporta siglos de estética y de emoción. Me detendré en “Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro” (Diputación de Salamanca, 2022). “Aves que aquí sembráis vuestras querellas, / hiedra que por los árboles caminas, / torciendo el paso por su verde seno”, escribió Garcilaso de la Vega hace quinientos años; ese estremecimiento de quien se asombra con la precisión por el detalle, esa necesidad de escuchar a la naturaleza otorgándole vida a sus elementos, movilizándolos. “Cantan las hojas, / bailan las peras en el peral; / gira la rosa, / rosa del viento, no del rosal”, apuntaba Octavio Paz, cuatro centurias después. Ése diálogo intemporal, esa conexión es lo que le entrega riqueza a la propuesta de Mónica Velasco.
Dividido en tres partes: “Bosques”, “Pájaros” y “Especias”, la poeta se preocupa por ubicarnos en su espacio, no el territorial, sino el de sus emociones y lo hace con la seguridad de quien aprendió a domarlas. Por eso nos conduce a través de su luz y de su oscuridad; se trata de una toma completa, de una captura del paisaje con la serenidad de lo bucólico, pero también con el desgarro de lo existencial. “Se hunde hasta mi vientre y yo/ me curvo en la respiración, / como los astros”, o “Dejadme este bosque purísimo, / las ciervas recién paridas/ detrás de los helechos, / el blanco de la lechuza y sus ojos, / el amor en la garganta”; Mónica Velasco tiene un estilo porque tiene una fauna en su registro verbal y un invernadero en la mirada. Gorriones, jilgueros, ciervas, lechuzas, erizos, libélulas, lobos, peces, gusanos, tigres, avispas; una selva para perturbar nuestra concepción citadina del mundo; una invitación a lo salvaje con la prudencia de un ala que sortea en el viento la tentación de expresarse.
Se escribe para afirmar una voz, una huella dactilar en los precipicios del mundo, eso también lo sabe Mónica Velasco. Pudo elegir otro tono para sus poemas, pero cómo elegir otra investidura para su naturaleza. Licenciada en filología hispánica y cursos de doctorado en literatura española de los siglos de oro, su poesía es una delicada y desgarradora sorpresa, una particular muestra de lo que se está escribiendo en España. He tenido la oportunidad de leer a sus contemporáneos –nuestros contemporáneos-, e identifico elementos y recursos transversales que estoy seguro son la punta de lanza de lo que serán los primeros veinticinco años de la poesía del siglo XXI; una poética que a diferencia de las vanguardias que bifurcaron el discurso, hay en estas propuestas una apuesta orgánica por la unidad y el sentido estético. Una señal que nos permite vislumbrar el renacimiento de una literatura que ha recuperado lo mejor de su tradición y sus más valiosas herramientas, una semiótica para entender el proceso.
“Colocar los ojos sobre lo desapercibido se hace carne de poemas en la obra de Mónica Velasco” señala en el prólogo, Asunción Escribano. Tiene razón. Estamos frente a un documento que deja sentado un inventario de todo aquello que llama su atención, y su miedo. En su sensibilidad, la poeta reconfigura el amor, lo transforma en esa mujer que se levanta de puntillas, afina su oído, agudiza la pupila y cruza con él, armada de especias, como ese pájaro que se busca en la espesura del bosque. “¿Cuánto de mí conoce el aire/ y cuánto queda entre la música”, se pregunta la escritora que acude a Szymborska y coincide con Quevedo. “Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro”, es un perturbador tratado de escucha y de belleza; una lección de urdimbre para dosificar la intensidad, para que al soltar la voz los pájaros reescriban el huracán y la tormenta.
Mónica Velasco (Salamanca, 1979), poeta y profesora de Lengua Castellana y Literatura, ha publicado poesía, artículos y reseñas en distintas revistas académicas y literarias, antologías y libros conjuntos. Ha participado en recitales y congresos poéticos e impartido conferencias y talleres literarios en diversas instituciones. Reseñas a su obra aparecen en ABC Artes y Letras, Culturamas, El Norte de Castilla, Café Montaigne o La voz del Sur. Entre otras obras, ha publicado los poemarios “Trazos”, en torno a Anglada Camarasa, conjunto con el poeta Antonio Colinas (2018), “Llumantia ilíquida” (Ed. Amarante, 2019), que ha sido traducida al inglés (trad. Collin Reyman) en la edición bilingüe Llumantia ilíquida- The Wavering Blaze (2022), numerada y con ilustraciones de la pintora Carmen Borrego, el poemario “Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro”. Edit. Diputación de Salamanca. 2022. El 2024 publicó “A ti, que eres el Amor” para el acto Poeta ante la Cruz.
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