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Foto del escritorSol Pozzi-Escot

Los antis jodieron al Perú

30/04/2023-ContraPoder (Diario Expreso)


Desde la caída de Fujimori, particularmente, las antítesis en la política han determinado los ganadores de cada elección presidencial, y, por lo tanto, nuestro devenir como país. Es así que, desde entonces, hemos tenido como presidentes electos a Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Pedro Castillo: todos ellos se llevaron la victoria porque resultaron percibidos por la mayoría de personas, de manera acertada o no, como el mal menor. Pero dos de estos casos han resultado particularmente perniciosos para nuestra institucionalidad democrática y han sido fruto del “anti” más potentes que hemos conocido en el discurso público. Hablamos de Alejandro Toledo y Pedro Castillo, dos de los presidentes más corruptos y traidores de las causas que los llevaron al poder que hemos tenido en nuestra historia republicana.



En el 2001, Toledo no solamente representaba la opción anti-aprista, que permitiría evitar que Alan García regrese al poder después de su criticado gobierno de 1985 a 1990, sino que era la opción anti-fujimorista. Toledo se había vendido como el gurú de la oposición en los últimos años del régimen de Alberto Fujimori y todo culminó, como sabemos, en la Marcha de los Cuatro Suyos, la eventual caída del gobierno, el nuevo gobierno de transición y la convocatoria a nuevas elecciones. Si bien en ese momento, después de todos los serios cuestionamientos y acusaciones que pesaban sobre el saliente gobierno fujimorista, tenía sentido para la población buscar una opción que se presente como lejana a todo aquello que se le reprochaba al fujimorismo, a partir de la elección de Toledo, un pequeño pero poderoso grupo social logró crear su propio manual de cómo ganar elecciones. Hablamos de la izquierda progresista limeña, la cual ha sabido subirse a los coches correctos durante los últimos 20 años, para lograr cuotas de poder que no hubieran logrado si no hubieran aprendido la lección que aprendieron con la elección de Toledo. La lección en cuestión, obviamente, es que en cada elección hay que desempolvar el fantasma del fujimorismo, al cual se le debe atacar constantemente sobre todo ante los ojos de las nuevas generaciones, las cuales no vivieron los años 90 pero pueden conocerlos a través de la imagen que los medios de comunicación pinten. Así, con su aparato mediático, la izquierda progresista limeña, empezó una campaña de anti-fujimorización de la sociedad, pintando a Fujimori como un demonio que, en el discurso, es mucho peor que el propio Abimael Guzmán. Este mismo libreto fue aplicado en el año 2011, en el cual Ollanta Humala, con un discurso suavizado en relación al que presentó en las elecciones del 2006, se alzó con la victoria presidencial ante la hija de Alberto Fujimori, Keiko Fujimori. Este mismo libreto, nuevamente, fue repetido en el año 2016. Pero estas dos elecciones, creemos, no fueron tan nocivas para el país como fue la del año 2021, en las que Keiko Fujimori volvió a ser derrotada, esta vez por el impresentable Pedro Castillo.


En las elecciones generales del 2021, la izquierda progresista limeña se jugó el todo por el todo- y a la larga hicieron el ridículo- y apoyaron a un candidato que no solamente ostentaba un evidente carácter conservador, autoritario y antidemocrático, que no solamente postulaba por el partido del condenado Vladimir Cerrón, sino que también tenía claros y evidentes vínculos con Sendero Luminoso y los nuevos satélites con los que buscan tener presencia política. Sin cuestionarlo por un segundo, dijeron “con el fujimorismo ni a la esquina” y se tiraron al precipicio llevándonos a todos con ellos. Luego, cuando un Castillo aterrado quiso romper la democracia, todos se hicieron los locos y lo dejaron solo en Barbadillo plantando papas. Pero ese es otro tema.


Las elecciones del 2021 fueron una barbarie que no deberíamos repetir nunca más. Y no solamente por el discurso anti-fujimorista, anti-derecha y anti-establishment que llevó a la izquierda ignorante, radical y corrupta al poder, el cual limitó a los votantes a elegir con el hígado en lugar de la cabeza, sino también, y, sobre todo, porque el discurso de la derecha, claramente, no pudo dar batalla.


El discurso de la derecha en las elecciones del 2021 fue igual de nocivo y negativo que el de la izquierda. Y, añadiría, hasta peor, porque ni siquiera ganaron y no les sirvió de nada. Me expreso en estos términos ya que la derecha cometió graves errores que terminaron por beneficiar el discurso de la izquierda, la cual se llevó el triunfo acusando de terruqueo a todo el mundo que efectivamente sacaba a relucir sus vínculos con el terrorismo. Fueron unas elecciones patéticas, con resultados incluso más patéticos que, si tenemos un poco de respeto por nosotros mismos como país, como sociedad e incluso hacia nosotros mismos como personas, nunca más deberíamos repetir.


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