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  • Foto del escritorRonald Córdova

¿Las redes sociales conectan o desconectan a las personas?

La típica frase que estipula que tal persona “no vive su realidad” puede que esté mal dicha. De hecho, vivimos nuestras realidades, sino no nos esforzaríamos por ocultarlas. Se nos ha dado la potestad de crear un perfil nuestro con historias destacadas, fotografías, videos y seguidores que dictan solo una parte de nuestra vida, no toda. Y si a los usuarios les brindasen la alternativa de mostrarse más originales a través de redes sociales, dentro de una semana serían vulnerables y presa de la opinión del “resto”, que sobra y asombra. Tal vez sea porque no podemos ser “nosotros mismos” con todos, sino solo con aquellos que admiran nuestra capacidad de ser verdaderos.



El hecho de tener un perfil social delata la idea de cómo ofrecemos al mundo solo una pequeña parte de nosotros que no siempre es falsa, pero puede generar expectativas o prejuicios sobre nuestra persona. De esa forma, se expone un lado de nuestra personalidad constante y actividad constante (lo que soy y lo que hago, más lo último que lo primero). Así pues, no todos tienen acceso a las dos caras de “ese” perfil porque no todos nos conocen más allá de una foto. Mejor dicho, aparte de nuestros amigos, nosotros mismos somos quienes conocemos (con o sin foto) nuestras preferencias más allá de un algoritmo que nos priva de un mundo infinito de posibilidades.

Las imágenes en una red social son prueba de lo que queremos que el resto vea, la cuestión está en aquello que no vemos, en eso que el resto puede detectar en nosotros cuando nos tiene al frente y no detrás de una pantallita. Las redes sociales podrán conectar la parte superficial de los usuarios, pero jamás podrán llegar a conectar dos cuerpos, dos almas que se hablan y piden encarecidamente romper las distancias para mirarse de cerca y tener el viento entre sus labios.

Ya lo decía una profesora en mi primer día de clases en la universidad: “…ahora, su perfil en una red social funciona como su currículo…”. Dicho de otra manera, se refería a una carta de presentación. Hoy, en el siglo XXI (año 2023), somos más la portada de un libro que su contenido como tal. Nadie se atreve a conocernos, solo a vernos de lejos. Así es como la navegación a través de una red que “conecta” a la gente se convierte en el instrumento más sencillo para llegar a otra persona. ¿Es posible conocer a una persona de esa forma? O, ¿solo es posible tener un concepto o idea de ella? Sabiendo que idea y conocimiento guardan una diferencia opuesta como los polos del planeta tierra.

Hablemos también del algoritmo que segmenta a las personas y no muestra las dos caras de una problemática. El Perú sirve de escenario para contrastar este hecho, desde las elecciones presidenciales entre Fujimori y Castillo hasta las protestas que llegaron a Lima. En panoramas como esos hay un sinfín de vagas opiniones y si hay textos con fundamento pocos se atreven a leerlos. La división puede ser tal que entre revolucionarios se leen, entre políticos se leen, entre izquierdistas se leen, entre derechistas se leen; pero, difícilmente se leen los unos a los otros. Si es así, ¿podemos conectar a través de una red social en medio del conflicto?

A veces no se llega completamente a otra persona detrás de una pantalla porque es necesario enfrentarlas y sentirlas para conocerlas verdaderamente y saber más de ellas. No podemos hacerlas esperar en un chat, donde la conversación pierde el ritmo cuando a uno se le antoja, un escenario que muchas veces nos reprime y pocas veces nos deja ser nosotros mismos. Así es como por tratar de conectar, desconectamos nuestra esencia del Yo verdadero. Entonces, ocurre una pérdida de personalidad, aparecen barreras que ocultan nuestra verdadera existencia. ¿Es eso justo?

La mejor manera de enfrentar este panorama no es dejando de usar aplicativos. Sino que detrás de cada acción que ejecutemos en una red social, reflexionemos acerca de su impacto y sobre todo si es que muestra parte de lo que somos. Recordemos la idea de que detrás de cada usuario hay una persona que es capaz de sentirse a sí misma y al resto. Una persona que es distinta de uno, que ejerce influencia sobre los demás. La dinámica en una red social sería más llevadera si es que nos preocupáramos más por la autopercepción que por la opinión de otros.


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