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La ética de matar y su importancia para el humanismo

  • Foto del escritor: Sergio Pérez Mosqueira
    Sergio Pérez Mosqueira
  • hace 1 minuto
  • 4 Min. de lectura

Cuando uno lee un artículo sobre la ética de matar, puede pensar que se trata de un oxímoron. Todos estamos de acuerdo en que matar es inmoral; ¿qué habría de ético en una acción tan vil? Sin embargo, pensar tan solo unos segundos en el tema debería disipar cualquier duda. Casi todos los humanos que han existido han matado, ya sea insectos, plantas, etc. No obstante, la gente común no considera que dichos actos sean necesariamente malos.



A pesar de ello, las personas suelen tener un sesgo al hablar de la muerte y, en específico, del acto de matar. Por ejemplo, es común escuchar cómo alguien, con mucho dolor, tuvo que “dormir” a su mascota. La palabra es incómoda: nos recuerda al dolor, al sufrimiento y al fin. Decir que alguien mató a su perro suena mal, como si le hubiera hecho algo malo. Es entendible, pero si alguien quiere evaluar racionalmente la realidad y analizar qué es lo que debemos hacer en determinados casos, debe superar la barrera emocional inicial que produce el término.

Cuando hablamos del humanismo —grosso modo, una familia ideológica que aboga por el bienestar y el desarrollo óptimo de las capacidades humanas —, caer en prejuicios sobre este tema puede ser grave. Tan solo hace unos años, fuimos testigos de la ardua lucha de la psicóloga Ana Estrada por poner fin a su vida y, a su vez, por conseguir el derecho a la eutanasia voluntaria en el Perú. La eutanasia, o al menos la activa, es una forma de matar. No hay que maquillarlo. Aunque en el caso del Perú hay unas lamentables confusiones con el suicidio asistido, la eutanasia activa se lleva a cabo matando a un paciente. Y si matar siempre está mal, pues eso también lo estaría.

El filósofo analítico Jeff McMahan, quizá el mayor referente de la ética de matar en el nuevo milenio, expuso en su libro, The Ethics of Killing, que las excepciones éticas en relación con el acto de matar suelen debatirse a través de cuatro líneas argumentativas diferentes:


  1. Matar a alguien para generar un bien mayor.

Para muchas personas a lo largo de la historia, matar para lograr un bien mayor es un acto ético. Hasta el día de hoy, muchos defienden los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki apelando a este argumento. A su vez, es un punto de discusión común en la ética de la guerra, desde sus orígenes hasta la actualidad, en casos como las acciones de Israel en Gaza.


  1. Cuando alguien ha reducido las barreras morales para hacerle daño, ha comprometido su condición de inviolabilidad moral o se ha hecho moralmente susceptible de recibir violencia letal.

El caso más común de esta categoría, y que es casi universalmente aceptado, es el de la legítima defensa. Sea de forma directa —a través de la defensa propia— o hacia terceros, sea por individuos particulares o fuerzas del orden. Por ejemplo, para muchos, matar a terroristas de Sendero Luminoso estuvo moralmente justificado.

Otro caso común dentro de esta categoría es la pena de muerte. La mayoría de los defensores de la práctica considera que es justa. Desde su perspectiva, algunos asesinos, violadores o criminales graves de distinta índole merecen morir, y es responsabilidad de la sociedad —y, en específico, del Estado— castigarlos con la pena capital.


  1. Cuando el estatus moral del individuo que se mata es muy bajo, incierto o controvertido.

Sin lugar a dudas, esta ha sido la justificación para matar más utilizada a lo largo de la historia. Aunque las bacterias, los hongos o las plantas están vivos, casi nadie considera que matarlos, salvo por razones instrumentales, sea inmoral. Tomar antibióticos es, de hecho, un acto de matar.

Con los animales no humanos, sin embargo, suele haber controversia, pues muchos argumentan que no es permisible matarlos para comer y apoyan causas como el veganismo. En relación con los humanos, aunque la pena de muerte también puede ser evaluada desde esta perspectiva, el caso más común es el aborto, que es el acto de matar o dejar morir a un embrión o un feto para terminar con un embarazo. Gran parte de la discusión gira en torno a si un feto —que claramente es humano— tiene un estatus moral comparable al de un ser humano ya nacido o no. 


  1. Cuando la muerte beneficia a un individuo.

Este es el caso de la eutanasia, que no solo se manifiesta en asuntos médicos, sino también en prácticas históricas como el tiro de gracia. La eutanasia es una práctica que puede dividirse de dos formas: activa o pasiva y voluntaria, no voluntaria e involuntaria. Las diferencias entre estas clasificaciones ameritarían otro artículo para ser explicadas con el detalle que merecen.


Muchos de los grandes debates contemporáneos y de interés para los humanistas están relacionados con la ética para matar y, en tiempos de la cuarta revolución industrial, su análisis se vuelve aún más necesario. ¿Qué decisiones debe tomar un vehículo autónomo? ¿Cómo debe usarse la inteligencia artificial en la guerra? ¿Qué derechos podría tener un robot? Preguntas difíciles, importantes y vinculadas, al menos de cierta forma, por un mismo campo al que un humanista responsable debe prestar atención: la ética de matar. 


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