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Foto del escritorSergio Díaz Castañeda

La historia, Perú y reflexiones sobre una inquisición

Un día se piensa que ser historiador es conocer la historia per sé. Al otro día se piensa la historia en su conjunto. Y al siguiente uno entristece, especialmente si se tiene algún ápice de pensamiento diferente o revolucionario verdaderamente. Iré al punto en las siguientes líneas, pero antes daré un punto de vista acerca del proceso histórico en el Perú y a nivel internacional.





Enterarse de la historia es toparse con comedias y tragedias involuntarias y la latinoamericana no es la excepción. El primer elemento del que me percaté fue el de los intereses económicos y políticos. Si bien la tendencia interpretativa de estos hechos en la sociedad burguesa es atribuirlos a cuestiones morales, en realidad, se trata de realidades económicas que hacen que la historia se mueva.


Pensemos un poco en historia económica en América Latina. Producto de la expansión e interacción entre las fuerzas productivas de cada sociedad, se puede hablar de lo que Marx llama la historia universal y por ello es que el contexto económico mundial repercute en todos lados. Así la crisis de 1929 da cuenta a los países latinoamericanos exportadores de materias primas, el Perú incluido, que se hacía inviable seguir dependiendo de países industriales potencias: se debía transicionar a una economía industrial. El siguiente periodo, enmarcado en la Guerra Fría, llamémoslo “la acción estatal”, ya que el Estado toma protagonismo en la economía nacional. Se crean empresas estatales para promover la industria. Sin embargo, en el Perú no pasó eso. Por el contrario, la élite de Lima se enfrenta a la de la sierra, terratenientes capitalistas y pre capitalistas contra hacendados gamonales semifeudales, protestas sociales, revoluciones sin éxito, violencia política y civil, bombardeo a una ciudad, etc. No hay ejemplos más explícitos de la lucha de clases en otro periodo que no sea este.


El posterior momento a este último se caracterizó por “la neoliberalización económica”. Argentina y Chile en las décadas de los 70’s y 80’s son ejemplos claros. La actividad estatal fue sustituida por una criminal reducción del Estado a simple “perro guardián de la oligarquía” usando palabras de Julio Cotler. Pero en el Perú no: por el contrario, en el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, para bien o para mal, se empezó con la industrialización del país a manos del Estado, un proceso por el cual los demás países mencionados ya habían pasado hacía 30 años. Con Morales Bermúdez comenzó el proceso de neoliberalización de la economía peruana, pero fue interrumpido por Belaúnde y García. No fue sino hasta Fujimori en que este proceso se radicalizó. Nuevamente el Perú se empareja a las dinámicas neoliberales de Latinoamérica 20 años después.



Pero, ¿qué fue del pueblo opositor y revolucionario en estos regímenes dictatoriales? Pues, entre otras atrocidades, en Chile hubo exterminios en el Estadio Nacional de todo aquel catalogado de comunista, socialista, antisistema, etc. De otro lado, en Argentina hubo secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones en la dictadura de Videla por las mismas razones que en Chile. Mientras, en el Perú, pero 20 años después de los mencionados ejemplos, el régimen de Fujimori registró matanzas en la Cantuta, barrios altos, etc., también por las mismas razones. Bajo ese contexto, Sendero Luminoso caía como anillo al dedo al Estado fujimorista para implementar las reformas neoliberales: cierre del congreso, asamblea constituyente, recorte de derechos, debilitamiento sindical, etc.


Ahora, con la caída de la URSS, “las aguas se calmaron”. El enemigo común de la burguesía mundial desapareció. El liberalismo triunfó sobre el comunismo y por ende se llegó al “fin de la historia”, afirma, entre otros, Francis Fukuyama. Esto se refleja en que hoy en día no se ven violaciones a los derechos humanos al menos políticamente estructuradas y orquestadas por el Estado (porque violaciones a los derechos humanos por parte de este sigue habiendo). En el Perú, la diferencia es que esto no se ve desde hace muy poco: el régimen de Fujimori.


Entonces, ¿a qué me refería con lo triste que es el conocimiento sobre la historia?, pues los invito a hacerse la siguiente pregunta: ¿qué hace pensar que las cosas cambiaron para bien? ¿Acaso vivimos la realización del espíritu absoluto del que hablaba Hegel? ¿Acaso es que los seres humanos nos dimos cuenta que matando y torturando no se logra nada? Hay que ser bien ingenuo para creer esto. Los contextos económicos sacan lo peor del ser humano. El hecho de que se pueda escribir acerca de temas polémicos no se debe a las utopías y delirios idealistas de desarrollo racional del ser humano: se deben a que, en el contexto actual, el hablar, leer o escribir sobre Marx, el socialismo, el comunismo, la homosexualidad, la liberación de la mujer, sobre cuestionamientos al sistema patriarcal, el aborto, en pensar verdaderamente distinto, en síntesis, no suponen una amenaza para el régimen económico establecido, como sí lo fuera en épocas de la Guerra Fría. ¿Necesitan una prueba más de que no es la razón el motor de la historia? Pues, piensen en esto último.


Es por eso que obras como La neoinquisicion de Axel Káiser y posiciones afines (como el racismo a la inversa, la opresión del hombre, día del orgullo heterosexual, etc.) no solo las considero burlas hacia miles de falsos conversos judíos en España y que fueron torturados y eliminados por los “santos” tribunales, sino burlas hacia historias reales de gente real que padeció de la mano dictatorial por política de Estado las más inhumanas torturas y muertes por pensar y actuar realmente diferente. ¿Acaso se compara esto con que un individuo haya sido “funado” en redes sociales por un grupo de mujeres que le hicieron notar su evidente machismo? ¿En serio llaman “pensar diferente” a pensar como siempre?, ¿que creer en dios es “pensar diferente”?, ¿que postular un ideal de familia tradicional es “ser revoltoso”?, ¿que pensar sobre las bases del capitalismo es “revolucionario”?



Al final, el historiador se da cuenta de que la historia puede suceder dos veces, como dice Marx, “una vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. Es el pueblo revolucionario de verdad el que puede temer a una neoinquisición (real).

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