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Foto del escritorJacques Balq

La Fatal Ignorancia: Una explicación de cómo la derecha en el Perú perdió la batalla de las ideas

Por Jacques Balq, economista, MBA.

“El poder político de las ideas filosóficas, muy a menudo de ideas filosóficas dañinas, inadecuadas o derechamente tontas, es un hecho que bien puede deprimirnos e incluso aterrarnos y, efectivamente, podría decirse que casi todas nuestras guerras son ideológicas”


Karl Popper




El presente artículo se basa, en parte, del contenido del libro “La Fatal Ignorancia: La Anorexia Cultural de la Derecha Frente al Avance Ideológico Progresista” del escritor chileno Axel Kaiser.

Durante los años 80 y 90 del siglo pasado, nuestro país se desangraba con la violencia que se vivía por el embate del terrorismo -haría mal en denominar este episodio como “conflicto interno”, al menos desde mi perspectiva más racional y factual-, el cual avanzaba sin piedad y a una velocidad sumamente preocupante. Sendero Luminoso, declarado maoísta, fue un movimiento sedicioso fundamentalista de los más violentos de la historia moderna en la región, el cual fue fundado por el sanguinario y despiadado Abimael Guzmán, conocido en el mundo del terror como “Presidente Gonzalo”. De otro lado, paralelamente; a inicios de 1984 surgió otro grupo terrorista llamado Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), comandado por Víctor Polay Campos, como alternativa frente a Sendero Luminoso, que, de acuerdo con este, parecía estar produciendo una arenga condenada a fracasar.

Sin embargo, con el inicio del primer gobierno de Alberto Fujimori, las cosas empezaron a dar un giro inesperado. A partir de políticas de inteligencia y contrainteligencia minuciosamente elaboradas durante su administración, el presidente de turno enfrentó esta problemática de una manera pragmática, seria y realista.

Así, luego de dos años de arduo trabajo, finalmente llegó la captura en Lima del cabecilla del MRTA, Víctor Polay Campos, un 9 de junio de 1992, junto con otros miembros de ese grupo terrorista. Unos meses después, con la llamada “Operación Victoria” -dirigida por Marco Miyashiro y Benedicto Jiménez-, la noche del sábado 12 de setiembre de 1992; una unidad de agentes de la Policía Nacional del Perú (PNP), llamada Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la PNP, logró arrestar al líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, responsable de la muerte de más de 70 mil peruanos.

A partir de esas operaciones claves para derrotar a ambos movimientos sediciosos, el Perú inició su camino a la pacificación interna, el cual le facilitó las cosas en términos de crecimiento económico y paz social.

Sin embargo, después de la caída de Fujimori en noviembre del año 2000, durante el gobierno de transición de Valentín Paniagua y después con el de Alejandro Toledo, las reglas del juego cambiaron. Los terroristas que habían sido capturados y purgaban sus primeros años de prisión en diferentes penales del país, empezaron a experimentar regímenes carcelarios más laxos y benévolos, e incluso fueron indultados sin rubor y reproche alguno, a pesar de llevar en sus espaldas miles de víctimas inocentes que perecieron durante su brutal accionar.

De esta forma, los terroristas recién liberados empezaron a reorganizarse, infiltrándose nuevamente en las instituciones, pero en esta oportunidad lo hicieron a través de brazos políticos formales, o cuasi formales, como es el caso del MOVADEF, SUTEP-CONARE, etc.

Haciendo uso de sus ventajas históricas, las herramientas ideológicas, iniciaron un trabajo de hormiga, con un perfil bajo, mientras que al mismo tiempo iban tendiendo puentes y estableciendo relaciones con “socios” ideológicamente afines en los medios de comunicación, ONGs y universidades. Estas organizaciones se perfilaban como los receptores naturales del progresismo global.

Aprovechando el descuido de la débil derecha de nuestro país -sobre todo en el campo de las ideas-, avanzaron a tal punto que hoy, sin necesidad de disparar una sola bala de esos rifles manchados de sangre inocente que colgaron hace tres décadas, y sin tener que activar ni un solo coche bomba, han llegado al poder.

El papel que han jugado las ideas -a través de una filosofía aberrante que transforma la realidad en mitos con un peso e influencia en las masas, mucho más efectivo que los hechos total e infaliblemente factuales- y la manipulación desvergonzada y despiadada del lenguaje por parte de ciertos intelectuales -conocidos como “caviares”-, han sido críticos para avanzar en el terreno filosófico y en la conquista de mentes y opiniones en nuestro país.

La apatía y descuido de nuestra primitiva derecha (la cual se asemeja más a una burguesía mercantilista) para asumir un rol protagónico en la protección y diseminación de las ideas de libertad y de la defensa de la propiedad privada, vitales para llegar a tocar con los dedos ese ansiado y a la vez aun utópico desarrollo social y económico, han sido en gran parte la causa de que hoy nos encontremos en esta situación, donde el país se debate entre un gobierno con nexos sediciosos y el progresismo feroz que nos ahoga con propuestas amorales y antinaturales como el aborto, la ideología de género y otras perversiones más.

De este modo, los caviares y sus cúpulas más cercanas, considerados los “filósofos” generadores de ideas, han convertido sus mensajes -los cuales deforman la realidad- en armas políticas letales; al punto de arrinconar a nuestras débiles y fragmentadas derechas y poniendo al Perú al borde de la involución social, institucional y económica.

El concepto quimérico y engañoso de un “Estado Protector” que administre la producción y el comportamiento social de nuestro país, junto a la propuesta de ambicionar cambios morales y de principios extremadamente cuestionables y contranaturales, están orillando inmisericordemente a nuestra nación a un estado de decadencia generalizada en todos los estamentos, núcleos sociales (esencialmente el de la Familia como centro gravitatorio de la ética, la cultura y el ingrediente religioso) y de la producción.

El ensayo de los caviares -la cabeza de la serpiente- de hacer de la ayuda social una herramienta que cree dependencia de la sociedad peruana con el Estado, y a partir de ahí, reemplazar la propiedad privada y los valores fundamentales de los peruanos por una influencia monetaria e ideológica manejada exclusivamente por ellos, debe ser evitado a cualquier precio.

Por lo tanto, debemos concluir infiriendo que, así como las ideas pueden hundirnos y llevarnos al caos moral y económico, también pueden ayudarnos a salir adelante. Las ideas nos pueden ayudar a valorar y apreciar el trabajo, el modelo económico, nuestras instituciones castrenses y civiles, la Constitución, la familia, la propiedad privada, nuestras creencias y cultura, la libre competencia y la libertad económica; por citar los más importantes.

Sin embargo, conseguirlo no resultará tan fácil. Será necesario volcarnos a explorar detenidamente el campo de las ideas, a construir una filosofía “exclusiva” de derecha (sí, aunque esto último suene ilusorio) para después dispersarla entre las masas, hoy embriagadas de arengas populistas y discursos progresistas.

Así como decenas de legiones de eruditos e intelectuales posicionaron al socialismo a niveles que hoy amenazan con destruir gradualmente la civilización occidental, los patriotas de derecha que estamos en una posición más proclive -desde el punto de vista moral, académico y profesional- a la producción de una ideología conservadora, defensora de la propiedad privada, debemos coordinar de una manera efectiva, entre nosotros mismos y con los distintos colectivos pro mercado y pro vida, a fin de establecer canales que promuevan la confluencia y el flujo de propuestas, estrategias y acciones basadas en ideologías frescas, dinámicas y viables, para poder lograr finalmente derrotar y desterrar a esa nociva y viciosa fatal ignorancia.


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