Tras la aplicación de la muerte asistida en el caso de la psicóloga y activista Ana Estrada, el tema de la legalización de la eutanasia ha regresado a la palestra. Por tanto, es importante analizar las posiciones “en contra” puestas bajo el paraguas del rancio conservadurismo.
Sostengo que las posiciones “en contra” tienen una matriz religiosa, manifestado en: tuits de activistas y autoridades ultraconservadoras, comunicados de prensa de la conferencia episcopal y sacerdotes entrevistados por la coyuntura. De acuerdo a esta posición, la vida de una persona humana tiene valor por sí misma independientemente de la calidad de ésta o de la voluntad de quien la posea. Presunción curiosa, ya que generalmente estas personas son las que defienden el “libre albedrío” a ultranza. Este dogma del “valor intrínseco” de la vida de una persona humana, la cual -según ellos- comienza en el “momento” de la concepción, puede ser reinterpretado a conveniencia de acuerdo a la situación del cura, político o influencer religioso-conservador.
Si nos centramos en este dogma religioso, la vida de cualquiera de nosotros en realidad no nos pertenece, sino que le pertenece a “nuestro creador”. Es así como, por ejemplo, el reciente entrevistado sacerdote Omar Sánchez sale a decir a los medios de prensa que lo que hizo Ana Estada es “pecado mortal”. Pero, la misma iglesia a la que pertenece el cura, en su catecismo, afirma que “El hombre tiene libre albedrío para aceptar o rechazar la gracia de Dios” (). Con lo cual, si fueran consecuentes los activistas católicos, deberían permitir la legalización de la eutanasia ya que esto deja en manos de la persona aceptar o rechazar la voluntad de su dios. Tanto ellos como yo, estaríamos de acuerdo en que no todo pecado debe ser considerado ilegal ya que, en primer lugar, el debate está en un terreno jurídico donde las leyes se nos imponen a todos y, en segundo lugar, no vivimos en una teocracia.
Pero, no sucede así. En la práctica, tanto las autoridades eclesiásticas como los activistas laicos que hacen política por ellos, se oponen de manera funcional a asuntos como la legalización de la eutanasia; de la misma manera que se oponen a que su iglesia pierda todos los privilegios económicos que el estado les da mediante el concordato. Comunicados de prensa, adoctrinamiento de nuestras juventudes en sus subvencionados cursos de religión, jueces que piden la intervención de la iglesia en estos asuntos, votos de congresistas conservadores, alianzas con las otras iglesias conservadoras y sus operarios, son algunas de las maneras efectivas con que ellos ejercen el dominio cultural de sus ideas religiosas conformando un gran “lobby conservador”. Pero, y aquí lo importante, ellos jamás aceptan que quieren seguir imponiendo sus dogmas religiosos a toda la sociedad. Todo su accionar lo parafrasean en “argumentos” como los siguientes.
Perlas de los conservadores
Pondremos solo 3 casos e iremos de los más suaves a los peores.
En el comunicado oficial de la conferencia () episcopal se afirma que, dejando de lado toda la cháchara religiosa, ninguna autoridad debe imponer o permitir la eutanasia. Evidentemente en su legalización no hay imposición alguna a nadie, ni siquiera a los médicos creyentes ya que siempre habrá algún médico razonable que pueda poner en práctica alguna muerte asistida a voluntad del paciente. ¿Por qué no permitirla, si eso forma parte del libre albedrío de las personas que tanto defienden todas estas iglesias?
En una reciente entrevista, un sacerdote de nombre Omar Sánchez reafirma la posición seudo-jurídica de la conferencia episcopal: que la permisión de la eutanasia es anti-constitucional porque contraviene con el “derecho inalienable a la vida”. Obviamente, los organismos competentes del poder judicial no tomaron en cuenta esta absurdez. Luego, lanza un argumento no-religioso (al fin) que sería interesante analizar. El sacerdote afirma: “Se abre la puerta a algo muy peligroso que ya sucede en todo el mundo. Llegan a cometer suicidio asistido o eutanasia, como lo quieran llamar, jóvenes de 15 a 17 años porque se sienten deprimidos en países como Holanda, Dinamarca o Suecia. (...) Creo que hemos perdido el concepto del valor de la vida, incluso en una vida que sufre” ()
Lo que este cura hace es racionalizar el dogma de su iglesia con desinformación palpable. Afirma que en los países donde es legal la eutanasia, los jóvenes la piden sencillamente porque “se sienten deprimidos”. Eso es completamente FALSO. Aun en países como Holanda, que tienen la legalización más antigua, los requisitos para acceder a la eutanasia son muy estrictos y solo vale para ciertas enfermedades. Se sabe que un 96,2 % de los enfermos que pidieron la eutanasia el año 2020, durante pleno desenvolvimiento de la pandemia, tenía cáncer, cardiopatías graves, esclerosis múltiple o bien otros padecimientos terminales sin curación y un 87,6% eran mayores de 60 años ().
Para finalizar, están las airadas declaraciones de un personaje tan medieval como Rafael López Aliaga que representa al más rancio conservadurismo. Vocifera que las personas que quieren acceder a la eutanasia no deben “usar” al estado y sus recursos para auto-eliminarse. Si tanto se preocupa por el “uso del estado” debería mirar a su propia iglesia que hace desembolsar al estado peruano millones de soles anuales (y no solo en las asignaciones para personal eclesiástico) en todo el apoyo económico para el adoctrinamiento de nuestras juventudes y también para los negocios del sodalicio como encontró la periodista Paola Ugaz. Por último, en la máxima expresión de “amor y empatía cristiana” de un buen numerario del Opus Dei, insto a personas como Ana Estrada a tirarse de un edificio.
Sin duda alguna en todas estas posiciones hay un viso teocrático, que acompaña inherentemente a todo creyente fanático no laicista: querer que la sociedad se estructure (o se siga estructurando) bajo la moral de su grupo.
*Henry Llanos es Presidente de la Asociación Peruana de Ateos
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