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  • Foto del escritorAldo A. Lorenzzi Bolaños

Estado de quiebre

Los últimos acontecimientos en el entorno presidencial, que todos hemos presenciado, revelan una aparente corrupción en los niveles más altos del Estado. Esto confirma que el gobierno de Dina Boluarte cada vez se debilita más por sus propias acciones entre favores políticos, Rolex y ataques de otros poderes del Estado, lo que podría llevar a la presidenta a una vacancia o renuncia en cualquier momento.



Estas crisis del Poder Ejecutivo van generando un “Estado de quiebre” que someten al Perú en una situación de mayor incertidumbre, como en las dos últimas décadas del siglo pasado (Gobiernos de Belaúnde, García y Fujimori). También ha provocado la sensación de inestabilidad en la población y, seguramente, en los grandes y medianos inversionistas que aún tienen puesto su mirada en nuestro país. Se suma a ello la partida de jóvenes a otros lugares, dado que aquí ven un futuro no muy bueno.

La búsqueda incansable para debilitar y tumbar al gobierno actual de diferentes poderes de facto, a raíz de la poca claridad y transparencia de la gestión, parece obligar a los peruanos a llamar en el corto plazo a unas nuevas elecciones generales, sin embargo ese no sería el camino.

Nuestra realidad actual es que enfrenamos un proceso político y social donde todo puede cambiar en cualquier momento, con una administración que está a punto de quebrarse por los ciclos de inestabilidad política continuos.

Hoy tenemos nuevamente un “gobierno de vicepresidencia” como consecuencia, entre otras múltiples razones, de la polarización política, el radicalismo del interior del país, el aumento de la informalidad, la corrupción  y la pobreza.

La demagogia anacrónica de muchos de los sectores que consideran que el adelanto de elecciones es la salida para esta crisis es equivocada. Con las estructuras institucionales actuales en el Perú, el recambio se daría a los pocos meses, como pasó con los expresidentes PPK y Pedro Castillo, quienes sin ningún tipo de integridad ocuparon el poder más importante del Estado y terminaron involucrados en actos de corrupción. 

Ambos gobiernos también llevaron vicepresidencias cuestionables y sin fuerza para soportar todo el periodo de cinco años que manda la Constitución. Por lo tanto, ante un Estado en cuidados intensivos necesitamos que los partidos políticos puedan estabilizar este cuadro complejo a través de líderes con visión de país y no con espíritu mercantil. Solo así podrían hacer que el Perú vuelva al rumbo que todos anhelamos, más allá de las mezquindades que tiene la izquierda o el poco sentido común de la derecha.

Es importante que tomemos conciencia de la crisis actual y empecemos a exigir a nuestros actores políticos un compromiso real con el país, si no el Estado se quebrará pronto.


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