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Foto del escritorBryan Oscanoa

Entre abucheos y aplausos: la tauromaquia vuelve a Plaza de Acho



Luego de tres años de ausencia, se desarrolló la primera corrida de toros de la "Feria del Señor de los Milagros" en la Plaza de Acho. Los encargados de inaugurar este magnánimo evento fueron el español Manuel Escribano, el peruano Fernando Roca Rey y el colombiano Jesús Enrique Colombo. Por tanto, las banderas de sus países aparecieron en la parte superior del coso taurino.


No hay que olvidar que su público fue muy exigente y conocedor de este arte. Siempre estuvo juzgando las habilidades, pero no solo del torero, sino también del toro. Si la audiencia observaba alguna irregularidad en la función, no dudaba en expresar sus quejas, ya que sin toros, no hay fiestas.


La mala suerte de Escribano

El turno del experimentado Manuel Escribano fue prontamente opacado por la poca bravura de su toro. El animal empezó a aburrir al torero y a la audiencia. El público empezó a exigir el cambio del toro, incluso vociferaban “llamen a un abogado para reclamar por esta estafa” o “¿esperamos 3 años para esto?”. Finalmente, la desorientación del toro exacerbó a la gente hasta hacerla gritar “estafa, estafa”. Escribano no consiguió llevarse orejas ni lenguas del toro, se fue en silencio.



La despedida de Roca Rey

Fernando fue el más afortunado al tocarle dos toros muy avispados. Hizo gala de sus destrezas y mostró sus conocidos bailes y paradas frente al animal. Su participación justificó el alto pago de las entradas y bebidas alcohólicas. Un señor emocionado elogió a Roca Rey como “lo mejor de la tarde”. La gente ya no verá a Fernando en los ruedos como matador, pues decidió colgar la capa y espada. Al menos en su despedida con tan solo 36 años de edad, obtuvo como premio la oreja del toro. Afortunadamente, aún queda su hermano menor Andrés de 26, quien ya demostró el talento innato de su familia.



La maestría de Colombo

Junto con Roca Rey, Colombo logró animar la fiesta. Tuvo el mejor desempeño, aunque por momentos su toro estaba por volverse también manso. Eso era preocupante, y el público ya no estaba en capacidad de tolerar un número así. Colomo se ganó, merecidamente, los elogios de la audiencia, que decía “olé, olé”. Hasta se atrevió a torear con un sombrero. Sin duda, esta primera fecha fue para el gran Colombo. Como trofeo, recibió la oreja del toro y dio una vuelta al ruedo.



Antitaurinos sin apoyo

Finalizado el espectáculo, los asistentes tuvieron que soportar a un reducido conjunto de personas (al parecer todas mujeres) que gritaban “asesinos, asesinos” y, además, sostenían carteles con frases alusivas al rechazo a la corrida de toros. Un caso de desconocimiento en el tema es el regidor de Lima, Carlo Angeles, quien en un canal televisivo nunca logró definir por qué la corrida de toros no es cultura. De hecho, se pensaba que los verdaderos antitaurinos estaban dentro de la plaza, dado que se presentaron a toros de poca bravura, que casi arruinan la fiesta.



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