El día jueves 4 de noviembre del 2021, se cumplieron los 100 primeros días de gobierno del presidente Pedro Castillo. A partir de ello, diversos medios y personajes realizaron balances entre los aciertos y desaciertos de esta gestión. No resulta sorprendente que la mayoría de los resultados y opiniones fueran negativas frente al desempeño realizado por el presidente y sus ministros.
Si bien hay indicios de moderación por parte del jefe de Estado, no hay nada dicho. Más allá de la elección de mejores propuestas para ocupar los mandatos de los ministerios, Castillo continúa tropezando con las mismas piedras. Entre sus “errores” más recientes están el amenazar con la estatización del gas de Camisea, demorar en pedir la renuncia del exministro del Interior y hacer una visita al ministro de Educación en calidad de sindical.
Es así que vale hacerse la pregunta: ¿Podrá el Perú aguantar 100 días más con Castillo en el sillón presidencial? Considerando su impredictibilidad, poco conocimiento en materia de gestión estatal y una pobre traducción de ideas en acciones concretas, se podría llegar a una conclusión. Sin embargo, es importante presentar el análisis que conduce a dicho resultado.
Respecto a la impredictibilidad, pues es entendible que no solo depende del Ejecutivo. El Congreso es un campo de batalla; existen riñas incluso dentro de las mismas bancadas y las contradicciones abundan. Sin embargo, el daño de este actor no llega a impactar como lo hace la nublada visión a futuro del presidente. No sabe qué presidente quiere ser o, en todo caso, qué quiere hacer y cómo lo hará.
Castillo nos regaló diversas instancias en las que demostró andar a la deriva; pero, la que más le costó a los peruanos fue la presentación del primer gabinete ministerial, el cual contaba con nombramientos dudosos y parecía armado de un día para otro. Este gabinete tenía los días contados, días que significaron un borrón y cuenta nueva para el gobierno, causando demoras en gestiones y aumentando la incertidumbre política y económica. Sobre su conocimiento en materia política, pues Castillo no es nuevo en este rubro y esto es lo que resulta preocupante. Fue dirigente regional del partido Perú Posible, la disuelta agrupación del expresidente Alejandro Toledo. En el 2002, se presentó como candidato a la alcaldía de la localidad de Anguía, en Cajamarca; donde no tuvo éxito. Es decir, tiene experiencia, pero no la habilidad.
Castillo carece de la capacidad de sostener un discurso consistente y consecuente. Hoy dice A, pero mañana puede decir B y C. Con 100 días en palacio, bueno, con casi 100 días en palacio, porque los primeros gobernó desde la clandestinidad, no hay una muestra de mejora en este aspecto. Incluso, algunos medios reportaron que en las reuniones con el gabinete, Castillo apenas participaba; no es un líder.
Finalmente, sobre la transcripción de ideas en acciones, pues son sus ideales los que resultan contradiciendo lo que Francke y Vásquez tratan de enmendar. La disonancia entre lo que se dice y hace es uno de los factores que influye en la inestabilidad económica y política en la que el país se encuentra.
Desafortunadamente, no basta con dar mensajes conciliadores a través de Twitter. Entonces ¿podrá el Perú sostenerse por 100 días más? Obvio que la figura de los 100 días es retórica; sin embargo, el presidente Castillo debe mejorar en estos tres aspectos expuestos, pues parece aún no entender sus responsabilidades y deberes como presidente. Castillo es, por ahora, esta enfermedad que causa malestares, que si no es tratada a tiempo, el organismo puede verse comprometido, tarde o temprano.
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