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Foto del escritorÁngela Gentile

“Ejercicios de escritura”: donde no hay sombra

La lectura de estos poemas, imbricados en el tiempo de un poeta que escribe desde el abismo, me lleva a recorrer su lectura de manera minuciosa porque la prisa impediría permanecer en su propuesta, en su tempo: “La incertidumbre por el blanco” en uno de sus versos, reúne el espectro de todos los colores, pero es único como Leucotea que salva a Odiseo de naufragar en la nada misma; es decir en ese lugar donde “No hay sombra en el paisaje”. El tema de la sombra transcurre de una manera u otra en el poemario. Esa duplicidad que se percibe habita en las fronteras de la razón misma: “Un hombre calla/ al otro lado de la guerra”. Esa continuidad nos introduce en un laberinto que transita por diversos silencios. Palabra polisémica que nos invade con reserva, sigilo, misterio y circunspección: (…) “Nadie escucha los gritos/, nadie la encrucijada de un espectro/, de una sombra quebrándose en silencio”. Harold Alva se siente observador y peregrino por momentos, reporta imágenes que nos introducen a reformularnos los instantes como en este verso: “un pelícano de espaldas al mar”, donde más allá de la imagen artística, despliega nuestra imaginación. Existe una velada introspección simbólica con el ave que se sacrifica y renace. 



En todo este poemario “Ejercicios de escritura”, existe el sentido de frontera, de esos confines del ser humano que se prolongan sin más explicación que la vida: “Pero insisto porque el agua/ permanece estática en su espalda, / en su clavícula que atrapa/ el movimiento y la nostalgia”. Movimientos estratégicos, no declarados pero vitales como en el poema donde el símbolo del ave no representa la muerte, sino la reflexión y la memoria. Es la construcción de saberse vivo y desde allí edificar el conocimiento necesario para sobrevivir: “Un cuervo sabe/ de qué está hecho el precipicio, / por eso lo enfrenta:/ lo cubre con sus alas”. El cuervo no es solamente el ave; sino un vaticinio a develar. Se retoma el tópico de la duplicidad, entendida esta bajo el concepto romántico de doppelgänger, acuñado por Jean-Paul Richter con el significado de “aquel que camina al lado”. Desde el inicio la pregunta ha sido ¿Con quién camina el poeta? 


Los versos nos llevan a espacios utópicos: “al otro lado de la carretera” o “una respuesta sobre las dunas”. Estos lugares nos brindan el hilo de Ariadna para continuar por la laberíntica soledad donde nada es más importante que la existencia: “Siempre hay un lugar para el refugio, / o una calle dónde ocultar la voz, / que no es lo mismo”, y permanece inclinada “como quien sostiene la calle con su sombra”. Desiertos, cielos, calles, noches, mar, estrellas y carreteras confluyen para permanecer en el agón de la escritura: “salpicándole al silencio/ el resplandor de una palabra”. “Sería ingenuo poblar esta noche/ con la crueldad del silencio”. El poeta adjetiva el silencio como impío. ¿Será que la noche de alguna manera, revela esa parte donde se profana la palabra? Se podría pensar que es la poesía el desafío constante que lo acerca a la maravilla. Quizá no desee perder ese sense of wonder; y, desde allí reconoce que es necesario ese algo disonante para proteger el lenguaje: “inclinándose al asombro”. 


Los poemas revelan la búsqueda de los orígenes antiguos en su fuero interior; pero también inmerso en la fascinación del mundo. Ambas regiones impensadas, insondables lo acercan a la auto reflexión: “Qué era entonces el desasosiego”. Este desvelo arcaico lo impulsa a escribir: “cuando me pongo de pie/ y mi sombra desaparece en cuatro patas”. Es el poeta frente a la realidad, donde aquella duplicidad que lo acompaña se desvanece y solo quedan las palabras desnudas para abrir el diálogo con el alma del lector, como citaba Friedrich Schiller. Leemos: “Aquí queda un paisaje:/ un hombre hablándole a los árboles”, “Nadie sabe leer la boca de sus muertos”: “enciende las estrellas, limpia el cielo”; “importa la noche/ que no puede sostener/ la única estrella que lo observa”. 


Fredy Yezzed, Berta Lucía Estrada (Colombia), Guillermo Pilía (Argentina), Andrés Morales (Chile), Cristina Demo, Ángela Gentile, Hugo Francisco Rivella (Argentina), Harold Alva (Perú), Agathi Dimitrouka (Grecia), Omar Aramayo (Perú), en Micenas, Grecia.


Harold Alva no es un poeta de prisa, es un hombre centrado en su escritura. Y, sin renunciar al lenguaje, la poesía amplía el cosmos, es esa íntima complicidad que sorprende no solo al poeta que deambula persiguiéndola; sino al lector que continúa descubriendo y descubriéndose: “yo soy el hombre negado por la lluvia”. Es la poesía la única que une y disuelve mundos, es el poeta guiado por las palabras hasta el silencio. Leer y dialogar con las zonas liminares de este poemario donde cada palabra ofrece una perspectiva misteriosa que nos acompaña por nuestro interior como una nave sin puerto de destino.




Ángela Gentile. Nació en Berisso. Profesora de lengua y literatura española e italiana. Becaria Universidad de la Perugia. Integró el centro de estudios italianos (UNLP) Premio Nacional de Literatura –Ministerio de Educación y justicia de La Nación (bienal 1985-1987). Premio “Pregonero” Feria Internacional del libro Bs.As.2009. Premio Dámaso Alonso 2020-Academia Hispanoamericana de letras, Madrid. Premio al mejor guión cinematográfico en el Sittannavasal International Film Festival de la India 2022. Miembro titular de la Academia Tomitana de Rumania 2023. Incluida en la colección Juan Gelman de poesía argentina del Ministerio de la Nación. Ha publicado los libros de poesía “Escenografías” (2005), “Cantos de la Etruria” (2008), “Cuerno de marfil” (2012), “Los pies de Ulises” (2016) y “Bizancio” (2018), entre otros.  En el género ensayo es coautora del volumen patrocinado por la UNESCO: “Voces olvidadas. Las lenguas y las canciones de cuna de la inmigración”. En este género, en 2015 apareció su libro “Diáspora griega en América”.



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