08/01/2023 - ContraPoder (Diario Expreso)
La persecución política contra la ex presidente de Bolivia, Jeanine Añez, es un ejemplo de la feroz e intransigente reacción de las izquierdas comunistas. Condenada a 10 años de prisión, Añez reclama justicia por los abusos cometidos en su contra y afirma que fue acusada por delitos que jamás ha cometido. Según la justicia boliviana, fue hallada culpable tras presentar cargos de conspiración y golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales.
Todos recordamos como Morales renunció a la presidencia de Bolivia en medio de violentas protestas en contra de su cuarta elección. Los ciudadanos bolivianos, hartos del régimen, salieron a las calles a denunciar fraude en las pasadas elecciones del año 2019. Este hecho trajo duros enfrentamientos entre partidarios de Morales y sus detractores, las calles se embravecieron dejando varios heridos y muertos.
Estos hechos dieron paso a la transición de Añez, quien en ese entonces ocupaba la vicepresidencia de la cámara de senadores y tras la renuncia de Adriana Salvatierra, asumiría la presidencia de dicha cámara, convirtiéndose automáticamente en la sucesora constitucional de Evo Morales, mientras el líder cocalero permanecía asilado en México. Posterior a este hecho, en octubre del 2020, el partido MAS vuelve a ganar las elecciones entregando el poder nuevamente a los círculos de confianza de Evo Morales.
Sucesos como este, nos recuerda el comportamiento voluble del electorado, a pesar de deshacerse de Morales, a los pocos meses los bolivianos volvieron a elegir al partido MAS. Situación que podría compararse con Perú, ya que tras el golpe de estado de Castillo y posterior vacancia: ¿Quién nos asegura que la izquierda de vertiente comunista ha sido del todo derrotada? ¿A quién elegirán en las próximas elecciones del 2024? ¿En algún momento Boluarte se convertirá en la Añez peruana, quien tal vez termine siendo perseguida en un eventual gobierno de la extrema izquierda?
Si los partidos de centro y de derecha vuelven a cometer los mismos errores, lo más probable es que se siga alimentando al outsider de discurso radical. Quien probablemente en Lima no tenga mayor acogida pero que, en otros pueblos y ciudades desborde efervescencia. Si es así, nuevamente el país estará dividido, enfrascado en una guerra fría. Por tal motivo, en el 2024 debemos tener un candidato de la concertación, libre de cuestionamientos y preparado para la administración pública. Necesitamos un peruano que supere las diferencias y comprenda el mestizaje popular de un país que reconoce su riqueza cultural y su empuje empresarial. Alguien que agite las banderas de la seguridad económica y la agenda social para garantizar el desarrollo y la estabilidad política.
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