Cierta vez escuché en una entrevista a un líder político relatar una anécdota ilustrativa. En una zona costera cercana a un río, existía una población rural constantemente amenazada por posibles desbordamientos. El líder instruyó a uno de sus asesores para que tomara medidas preventivas. El asesor, en respuesta, ordenó la construcción de un muro de contención. Cuando el líder expresó su preocupación sobre la seguridad de la obra, el funcionario respondió: "Es cierto que existe la posibilidad de que se derrumbe; sin embargo, con el mantenimiento adecuado y el refuerzo continuo de las fisuras, será la solución más segura para prevenir una desgracia".
Este episodio evoca poderosamente la situación del Perú. Durante muchos años, nuestro país gozó de una estabilidad institucional que respondía a las exigencias coyunturales, logrando un período de estabilidad política y crecimiento económico aceptable. Sin embargo, en los últimos años, esta "pared" que pudo contener el desborde social que ahora afrontamos, se ha deteriorado. Nuestra democracia, carente de mantenimiento, ha visto cómo sus fisuras se han convertido en grietas peligrosas.
Hoy nos encontramos al borde de tomar caminos que pueden conducirnos a una mayor pobreza, informalidad y subdesarrollo. Esta situación se ve agravada por la corrupción y males crónicos como el narcotráfico, la delincuencia organizada y la trata de personas.
Es imperativo volver nuestra mirada al "muro" y reparar lo dañado. Para lograrlo, debemos discernir entre quienes genuinamente desean el progreso del país y aquellos que buscan perpetuar este estado de descomposición gradual que aqueja a nuestra sociedad.
Necesitamos ordenar la casa, y esto implica un proceso de pacificación. Nadie puede desarrollarse en un entorno caótico. Se requiere una reforma profunda del sistema judicial, que incluya el sistema penitenciario y la Policía Nacional del Perú. Asimismo, es fundamental establecer una reforma del sistema de partidos políticos. Estas medidas contribuirán a la estabilidad, lo cual atraerá inversión y, consecuentemente, generará empleo.
Esta es la única vía para superar la crisis actual: contar con políticos y autoridades comprometidas con el progreso de la nación. Si logramos implementar estas reformas y mantener nuestras instituciones, el Perú tiene la chance de convertirse en una potencia regional.
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