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  • Foto del escritorAndrés Armas Roldán

Contra los talleres de escritura

Recuerdo haber leído no sé dónde que un escritor no es más que contenido y estilo. Creo que fue Ciro Alegría el que lo dijo; y lo más probable es que la frase no sea de él y lo haya transcrito indirectamente de algún otro escritor.



“Fondo y forma”, repetirían los académicos; que en realidad viene a ser lo mismo. El estilo en la escritura es lo que forja a un escritor. Un escritor se puede pasar toda la vida buscando su estilo. Algunos la encuentran en sus primeros años —como Vargas Llosa—, y otros la encuentran en la madurez —como Saramago. Teniendo un estilo como base, empiezan a construir su obra. Más esto lo lograron de forma autodidacta: leyendo y escribiendo mucho. Además del talento que evidentemente tienen. Hoy en día veo en las redes mucha promoción a talleres de escritura creativa. Me pregunto: ¿realmente se puede enseñar a escribir? O los talleres de escritura no son más que otro síntoma del tiempo en el que vivimos: de lo fugaz, lo inmediato, de la receta mágica hacía un resultado final. Donde un “escritor consagrado” ofrece su experiencia, herramientas y trucos a entusiastas que desean ver al final del taller su texto publicado en una antología electrónica. ¿Qué motiva a un escritor contemporáneo a dar clases de escritura? Claramente no lo hacen gratuitamente; y es que vivir de la literatura es una utopía. Además de escritores, muchos son periodistas, traductores, editores o ejercen otros oficios para vivir: la cultura no es rentable. Por lo que dictar un taller de escritura es un trabajo como cualquier otro. Para escribir este artículo he leído algunos otros que adoptan posiciones a favor y en contra de estos talleres. Yo me pregunto: ¿para qué sirve un taller de escritura? Una explicación inteligente y convincente es la del español Antonio Jiménez Morato: Un taller es un punto de encuentro, pero también una plataforma de investigación. Personal y social. En un taller no se aprenden tan solo recursos y trucos destinados a hacer más eficaz un texto, sino a encontrar en la escritura una herramienta para conocernos mejor a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Escribiendo se ordena el pensamiento, se clarifican ideas y sentimientos y el proceso de construcción de un texto puede servirnos, también, para construir nuestro universo. Por eso un taller de escritura no es tan solo un lugar donde ‘aprender a escribir bien’, sino, sobre todo, un lugar donde poder comprender los mecanismos de la sociedad y de nuestra mente y nuestro cuerpo. Me convenció. Le dan ganas a uno de ir corriendo a inscribirse en un taller de escritura. Y es que la redacción convence gracias a las ideas que expresa el autor. Allí se halla la clave: el dominio persuasivo y verosímil dentro del discurso gracias a una buena redacción. Pero escribir ficción es muy distinto a expresar tus ideas en un artículo o en un post. Habría que preguntarse por qué uno quisiera tomar un taller de escritura. La respuesta puede resultar evidente, pero la verdadera pregunta debería ser: ¿Con qué fin? ¿Quiero aprender a escribir ficción o quiero aprender a redactar? Y es que la lectura es la única receta para transformar a un escribidor en un escritor. ¿Verdad, Pedro Camacho? Creo firmemente que la mimesis es el mejor maestro para alguien que pretende convertirse en escritor. ¿Acaso Vargas Llosa no se forjó a sí mismo imitando a su maestro, Flaubert? ¿O Proust al duque de Saint-Simón? Me imagino a Varguitas yendo, entusiasmado, a su taller de escritura con el sueño de convertirse en un gran escritor. Triste caricatura. Ya Oswaldo Reynoso aconsejaba a los jóvenes que soñaban en convertirse en escritores: Lee, lee, lee y vive intensamente; y luego vuelve a leer. Una de las razones por las que me encuentro en contra de los talleres de escritura es porque motivan el imaginario de las gentes en creer que existen recetas para escribir un texto de ficción. Cuando es la lectura el que mejor juzga si uno pretende escribir ficción literaria. Toda persona que redacte bien podrá tener un espacio, una voz, en estos tiempos digitales. Saber redactar es colocar una palabra tras otra de forma correcta, de forma coherente. Pero redactar no es lo mismo que escribir. Y en la ficción se distingue el trigo de la paja. Hoy en día parece que todo el que redacte bien tiene la facultad de poder expresarse y ser leído; este artículo es una prueba de ello. Escribir es saber que vas a perder incluso antes de empezar. Es disciplina, dedicación. El talento no basta; la voluntad para dedicarle tiempo a algo inútil sí. Uno no se hace rico escribiendo, al contrario, inviertes tiempo en algo que no es rentable pero que si te puede dar satisfacciones personales. Y es que uno debe estar realmente convencido de que eso es lo que quieres hacer. Habría uno que volver Rilke y preguntarse: ¿podría vivir sin escribir?

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