Anteriormente hemos discutido cuál es la naturaleza ideológica del etnocacerismo, por qué es una amenaza para el sistema democrático y las intenciones de Antauro de capitalizar el desencanto político para asestar un golpe contra el sistema democrático. Esta vez actualizaremos el rumbo que ha tomado el etnocacerismo desde entonces y qué ha ocurrido hasta la asunción de Dina Boluarte como presidente del Perú.
Antauro Humala recorre el Perú
Desde que salió de prisión, Antauro Humala ha procurado reorganizar su movimiento, convertirlo en un partido político y movilizar a la gente del interior del país en torno a su discurso de tinte fascista. Una actitud que le ha significado cierta llegada a quienes serían sus votantes potenciales para el 2026, pero que también lo ha puesto en la mira de las autoridades como un peligro para el orden democrático. Como parte de la reconexión con sus seguidores, Antauro estructuró un plan para recorrer el país y dar a conocer su versión de los hechos en una gira pueblo por pueblo. En su primera etapa, la campaña de predicación etnocacerista incluyó las regiones sur y centro del país. La segunda etapa apuntaba a recorrer las ciudades de la costa y sierra del norte del país.
La primera etapa estuvo marcada por un proceso de formación del liderazgo. Es posible identificar una evolución en Antauro Humala, quien va pasando de ser un tímido orador de plaza a un intento de Mussolini que se dirige a la población con un discurso más estructurado y lleno de clichés propagandísticos. Su primera reaparición pública fue en Andahuaylas, el 10 de septiembre. En dicho espacio denunció el complot que le costó 17 años de cárcel, el crimen que el Estado peruano cometió y del que fue acusado. Realizó una caminata simbólica por la ciudad rodeado de sus seguidores quienes coreaban: “¡En costa, sierra y selva, Antauro Presidente!”. Luego de presentarse en Andahuaylas, el 14 de septiembre dio un mitin en Abancay. A partir del 17 del mismo mes recorrió las ciudades de Quillabamba, Urubamba y Cuzco. Finalizando sus presentaciones de septiembre en ciudades de Puno y Tacna. En octubre dio mítines en la costa y sierra de Arequipa, mientras que en noviembre estuvo de nuevo por Cuzco, el VRAEM y Huancayo, Junín. En todos estos espacios los mítines reunieron buena cantidad de personas, entre los que se ve simpatizantes uniformados, representantes comunales y ciudadanos que responden a su llamado.
La segunda etapa constaría de mítines confirmados al menos en La Libertad y en Cajamarca. La gira en La Libertad fue confirmada para los días del 1 al 6 de diciembre, tomando lugar el mitin principal en la ciudad de Trujillo el 3 de diciembre. Posteriormente en los valles y sierra de la provincia y ciudades como Huamachuco, Casa Grande, Cartavio, Alto Trujillo, entre otros. Al final los mítines fueron cancelados debido a desorganización y falta de planificación. Con respecto a la visita por la convulsa región de Cajamarca, las fechas estarían reservadas para enero del 2023.
Del Crimen de Estado al cierre del Congreso
La estrategia etnocacerista de las últimas semanas consistió en cubrir al menos dos propósitos: la revisión histórica, aquello que el experto en estudios de fascismo Roger Griffin denominó como el desafío del tiempo, y el lanzamiento de una revolución que dé paso a su revuelta contracultural.
Por un lado, Antauro Humala ha hecho todo lo posible por promover la tesis del Estado asesino o crimen de Estado. Para justificar y legitimar el hito que marca el nacimiento del etnocacerismo antaurista, el levantamiento de Andahuaylas, Antauro Humala debe primero resolver el problema que le genera la muerte de cuatro policías durante aquel enfrentamiento. La única forma es apelando a una teoría conspirativa en la que el Estado criollo, el gobierno peruano, manifestado en sus propias fuerzas militares y dirigidas por Alejandro Toledo, atentó contra la vida de los efectivos policiales detenidos por los etnocaceristas con el único propósito de deslegitimar el Andahuaylazo y desarticular la revuelta. La versión etnocacerista de los hechos acusa a francotiradores ubicados en los cerros aledaños a la ciudad de Andahuaylas de ser los responsables de la muerte de los policías, salvando así la responsabilidad de sus subalternos. Para justificarse, Humala no duda en citar supuestas pruebas del Ministerio de Defensa, documentos oficiales que habría entregado a la prensa en los últimos meses.
De esta forma, Antauro queda exento del rótulo de “asesino de policías” y se vuelve una víctima del sistema. Esta teorización conspirativa sirve para engrandecer su figura y venderlo como el caudillo prometido que dio un tiempo valioso de su vida tras las rejas únicamente por su amor al Perú y el deseo de acabar con la corrupción. La tesis del Crimen de Estado es poderosa porque cumple con el propósito de justificar la mitificación de Antauro y vender al Estado como enemigo de las masas y de los intereses populares. Es a todas luces una revisión histórica con la que el etnocacerismo puede sustentar su lugar en la contienda política peruana contemporánea apuntando a ser un movimiento de masas y no quedar relegado a un limitado espacio de acción.
Por otro lado, desde el comienzo el proyecto etnocacerista ha intentado revivir el Tawantinsuyo. Nunca ha escondido este objetivo; sin embargo, Antauro y sus aliados saben que, para crear su proyecto alternativo de modernidad, debe desatar una revolución, ya sea pacífica a través de la consecución de la victoria de su discurso disruptivo en las urnas, o, mediante el uso de la fuerza. Motivado más por la segunda estrategia, el etnocacerismo propuso reunir medio millón de ciudadanos a lo largo de sus mítines en el interior del país e invitarlos a marchar hacia Lima para que juntos cierren el Congreso en marzo del próximo año. Con este acto simbólico iniciaría finalmente la revuelta contracultural etnocacerista, aquella cargada de reivindicaciones a la cultura, moral y religiosidad incaica y de una férrea oposición a los valores occidentales, con miras a construir el tan ansiado Segundo Imperio Tawantinsuyano.
El Golpe de Estado de Pedro Castillo
El miércoles 7 de diciembre el entonces presidente Pedro Castillo decidió arremeter contra el orden constitucional y, acusando a la oposición de no haberlo dejado gobernar por motivos racistas, decidió arbitrariamente disolver el Congreso de la República. Aunque dicho intentó fracasó en tan solo cuatro horas, una nueva crisis política fue desatada.
La disolución del Congreso significó el fin de Castillo en el Ejecutivo, pero no de la influencia perulibrista en la sociedad ni de sus ansias de poder. Luego de que el Congreso de la República vacara a Castillo y este fuera detenido por las fuerzas policiales, los antiguos aliados del gobierno se reagruparon y azuzaron distintas movilizaciones en el interior del país.
Poco a poco diferentes sectores aprovecharon el encarcelamiento de Castillo para agudizar las diferencias sociales y promover la narrativa de que fue el Congreso de la República el que forzó a Castillo a tomar dicha decisión y aprovechó que este no tenía respaldo para tenderle una trampa y sacarlo del poder. Guido Bellido, congresista y aliado de Castillo, sugirió que el entonces presidente pudo haber sido drogado y forzado a emitir el mensaje a la nación que le costaría el puesto. Junto a la hipótesis de Bellido esgrimida para salvaguardar de cualquier culpa a Castillo, grupos particulares empezaron a protestar por la liberación de Castillo en Lima y en otras provincias.
Al mismo tiempo, las fuerzas de izquierda que inicialmente apoyaron a Castillo, pero que luego del golpe vieron una oportunidad para sus fines políticos, aprovecharon el vacío de poder para introducir el cambio de Constitución como parte de la agenda nacional.
A ello se sumaron los actos de violencia, los ataques a la policía nacional y a la propiedad privada, así como saqueos en diferentes ciudades del país. La respuesta policial no se hizo esperar y las muertes empezaron a contabilizarse. Durante los primeros días de este nuevo panorama, Antauro Humala se hallaba en el norte del país. Un silencio incómodo provino de sus formaciones durante las primeras horas del golpe. A las 16:09 horas la cuenta de Twitter de Antauro compartió la foto de un texto escrito a mano y firmado desde Cañete por el dirigente etnocacerista. En dicho comunicado Antauro prosiguió con su narrativa contra la Constitución de 1993, restó importancia a la detención de Castillo y afirmó que continuaría su gira a nivel nacional con miras a convocar a la ciudadanía para la marcha “Forja de la Segunda República” con la que pretende cerrar el Congreso de la República en marzo del 2023.
No obstante, los hechos desbordaron los planes del etnocacerismo. Mientras Antauro Humala intentaba consolidar a sus huestes para atentar contra la democracia y la corrupción, el gobierno se desmoronaba. Por esta razón, Antauro interrumpió su gira e intentó canalizar a su favor la frustración ciudadana, las manifestaciones contra el Congreso y a los sectores que apoyaban a Castillo. Con este contingente de personas Antauro podría enfrentar lo que dentro de su narrativa era el epílogo de una crisis de la República, una crisis que lleva casi 30 años gestándose.
El fallido balconazo de la Plaza San Martín
Es así que, ante el estallido de los disturbios y protestas en el país, Antauro Humala decidió viajar a Lima y dar a conocer la posición etnocacerista con respecto a los últimos acontecimientos. El 10 de diciembre convocó a los manifestantes y a los medios para dar una conferencia de prensa, exponer sus puntos y luego dar un balconazo en la Plaza San Martín. Durante aquel monólogo y las posteriores respuestas a las preguntas de la prensa, Antauro básicamente expuso por qué para el etnocacerismo la caída de Castillo era inevitable, así como su perspectiva sobre el virtual gobierno de Dina Boluarte.
Por un lado, Antauro explicó que la caída de Castillo no debía extrañar, sino que era el epílogo de una decadencia republicana que tiene su origen en la Constitución de 1993. Debido a que dicha Constitución fue elaborada y promulgada por el gobierno autoritario de Alberto Fujimori, carecía de la legitimidad que sí tenía la Constitución de 1979, promulgada en el gobierno democrático de Fernando Belaúnde. Para el etnocacerismo, la naturaleza “antinacional” de la Constitución de 1993 era el origen y causa de la corrupción en los gobiernos que le siguieron a la dictadura de los años 90, todos avalados por la falsa transición democrática que le siguió a Fujimori.
Por otro lado, no dudó en reconocer a Dina Boluarte como presidente de la República, a quien también llamó como “compatriota”, forma en que los etnocaceristas se llaman fraternamente. En la conferencia de prensa también solicitó a Dina Boluarte adelantar las elecciones y restituir la Constitución de 1979 para luego convocar a una Asamblea Constituyente, pues solo por medio de dichas acciones se podría dar solución al estado de emergencia que atraviesa el país.
También aprovechó en criticar el sistema económico, declaró que la pandemia mostró la falsedad del crecimiento económico, el cual fue exclusivo para unos cuantos, a la vez que afirmar que la invasión extranjera (migración de venezolanos) era una de las causas del desempleo de los connacionales. No dudó en exhortar que se detenga la persecución política contra su persona y rechazó la construcción de una narrativa que se estaría formando contra el etnocacerismo de la mano de la policía nacional y de la fiscalía, cuyo propósito sería el de presentarlo como una amenaza para volver a detenerlo. Esto último como consecuencia de la amenaza que dio de cerrar el Congreso junto a sus seguidores.
En síntesis, Antauro reconoció la vertiginosidad de los eventos tras la caída de Castillo, rechazó que su vacancia y detención fueran la solución a la crisis, como lo plantea la derecha (en sus propias palabras). Así, la posición del etnocacerismo sería de vigilia, pues se mantendrían atentos a las decisiones de Dina Boluarte y, dependiendo de ellas, la respaldarían o se convertirían en oposición. Con respecto a los sucesos en Andahuaylas y el secuestro de policías de parte de los manifestantes que apoyaban a Castillo, atinó a justificarlas y las consideró insurgencias contra la Constitución del 93 y el Congreso de la República.
Una vez acabada la conferencia de prensa, Antauro se dirigió triunfante al grupo considerable de ciudadanos que protestaban contra el nuevo gobierno de Dina Boluarte y que exigían la liberación de Pedro Castillo, así como el cierre del Congreso de la República, que lo aguardaba en la Plaza San Martín, pero sus palabras no fueron oídas y apenas apareció en el balcón, le lanzaron botellas. Para la muchedumbre, aquel momento era el preciso para tomar el poder y concretar el cierre del Congreso. No obstante, por haber reconocido a Boluarte y postergar sus planes revolucionarios, la turba lo tildó de traidor. Al final, Humala terminó escapando en su vehículo de la furia de los asistentes, quienes no dudaron en corear frases como “Fuera mierda”, “Antauro traidor”, “Antauro y Ollanta, la misma porquería” para mostrar su decepción y desprecio.
Luego de tan poco célebre actuación, el 11 de diciembre Antauro fue entrevistado en diferentes medios y sugirió que los eventos fueron malinterpretados por la derecha. Sobre las acusaciones de traición, respondió que él no había traicionado a nadie, mucho menos a Pedro Castilo, pues no le debía nada (muchos insinuaron que fue Castillo quien facilitó la liberación de Antauro), además de que Castillo tampoco hizo algo por los etnocaceristas ni por el país. Con respecto al nombramiento de Dina Boluarte como presidente, no dudó en reconocer que se sujetó a una resolución oficial del gobierno peruano en que la nombraban para dicho cargo como sucesora legítima del Castillo. También dejó en claro de que antes de que la derecha criolla obtenga el Ejecutivo a través del entonces presidente del Congreso, José Williams, prefería mantener a Boluarte en el poder y que sea ella la que convoque el adelanto de elecciones. En síntesis, minimizó los hechos y se justificó arguyendo que su actuación en la plaza fue racional y que las masas presentes estaban gobernadas por la emotividad del momento.
Primera línea de protesta y adelanto del cierre
A pesar de que al día siguiente del fallido balconazo Antauro reafirmó su posición de reconocer a Boluarte como presidente, en una entrevista siguiente, Antauro se retractó. Denunció a Boluarte de ser una gobernante ilegítima por la cantidad de muertos en las protestas recientes. La acusó de ser una presidente de facto y exhortó a los etnocaceristas a participar de las marchas. Fiel a su estilo populista y discurso racial, manifestó que el Frente Patriótico y sus bases militantes han sido convocados a apoyar las marchas, oponerse al empoderamiento político de la derecha criolla y adelantar los planes de cerrar el Congreso previstos para marzo del 2023. Así, los etnocaceristas deberán apoyar las movilizaciones, sumarse a la exigencia del adelanto de elecciones y la convocatoria de una Asamblea Constituyente.
En resumen, Antauro Humala en su intento por consolidar una ofensiva contra la democracia, se vio sobrepasado por los últimos acontecimientos. Lejos de Lima, el líder etnocacerista no pudo actuar inmediatamente. Pero lo mejor y para bien de todos los peruanos, fue que no supo canalizar la crisis a su favor. Esto quedó demostrado con el silencio inicial y luego con el fracasado balconazo en la Plaza San Martín. Por ello, para contrarrestar el revés sufrido, el etnocacerismo ha lanzado un desesperado contraataque que resulta a todas luces improvisado; sin embargo, lo colocan una vez en el juego por el poder político. Veremos cuál es el verdadero poder de convocatoria y organización del etnocacerismo. ¿Serán sus formaciones paramilitares lo suficiente en número y preparación para dotar de mayor presencia y técnica las revueltas que al día de hoy atraviesa el país?
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